HISTORIA
La institución fue fundada en el año 1551 por el arzobispo de
Toledo y cardenal Juan Martínez Silíceo. Fue copatronazgo del arzobispo y del rey Felipe II, que tenía como objetivo la educación de jóvenes para ser buenas madres de
familia. Procedían de
familias humildes (a propuesta del arzobispo) y otras procedentes de familias nobles procedentes de toda Europa (a propuesta del rey). Está incluido en la lista de Reales Sitios de Patrimonio Nacional.
Funcionó con el estatuto original hasta que en 1990 el
Colegio se convirtió en residencia Universitaria. Desde 2016 está abierto a visitas turísticas, gracias a un acuerdo entre Patrimonio Nacional y el Arzobispado de Toledo.
El
edificio del colegio sigue ocupando el emplazamiento original de una de las
casas, que para tal fin fueron adquiridas a Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda, príncipe Mélito. En el siglo XVII el edificio sufrió restauraciones, y a finales del XVIII se realizaron nuevas obras, costeadas por el cardenal Lorenzana y dirigidas por Ventura Rodríguez, quien respetó las características originales de la construcción del siglo XVI: una estructura organizada en torno a un
patio adintelado con
columnas de granito, dos
salones alargados, situados en los lados opuestos del patio, y unas amplias
escaleras de paso al piso superior.
Cuando el Colegio necesitó ampliar su construcción, siendo entonces su director Luis Fernández de Lara, se pensó en un solar próximo propiedad del Colegio, donde existían dos antiguas viviendas. Comunicado con el edificio existente y en dicho solar se construye, entre 1900 y 1903, un edificio diseñado por el arquitecto Santiago Castellanos.
DESCRIPCIÓN
Se trata de un edificio de planta cuadrada con
esquinas en chaflán,
jardín trasero y patio interior. En alguno de sus puntos tiene cuatro plantas.
Todo el edificio descansa sobre un basamento de
piedra granítica que sirve de base a los lienzos de ladrillo. Los vanos exteriores guardan una composición simétrica y se repiten con cierta equidistancia y ritmo. Son adintelados y están protegidos con
rejas. Entre ellos destacan las múltiples combinaciones geométricas de los ladrillos, que se convierten en la base de la decoración. Se introducen líneas horizontales compuestas por azulejos de
cerámica decorada.
El edificio tiene en sus tratamientos un carácter historicista neomudéjar. Constructivamente está realizado con estructura metálica, que se hace patente en elementos singulares, como el pasaje elevado que comunica el edificio primitivo con esta ampliación, donde se evidencia la estructura roblonada. Estas soluciones se destacan también en las galerías cubiertas del patio interior.
La
fachada principal, orientada a mediodía, tiene dos
portadas, una de entrada al colegio y la otra que da paso a la
iglesia. La primera es de orden dórico, en sillería, con
escudo real, y otro con las armas del fundador. La segunda posee dos cuerpos: El inferior, con un vano de medio punto enmarcado por cuatro pilastras en orden dórico, y sobre el que se ve un escudo con armas del Cardenal Silíceo. Ambas portadas son barrocas clasicistas.
En el lugar del antiguo
salón principal, actualmente se encuentra la iglesia-
capilla del colegio. Consta de una nave cubierta con
bóveda de cañón con lunetos, crucero sobre pechinas y testero plano. Tiene un
retablo principal con lienzo de la
Virgen de los Remedios, titular del Colegio. A los lados de la nave
retablos barrocos, con la Virgen del
Pozo y
San Jerónimo. Al pie de la iglesia se encuentra el
coro de capellanes y en el piso superior, guardado con
reja, el coro de colegialas, con bóveda de aristas. Alberga una serie de pinturas de José Muriel Alcalá.