Si por el día sorprende esta ciudad, por la
noche te impresiona hasta tal punto que no te atreves a pasear por sus
calles solo.
Es tal el nivel de magia e irrealidad que desbordan sus
edificios iluminados que nos transportan, literalmente, hacia siglos pasados, en los que esperamos ver al Greco o a espadachines por cualquier lugar.
Las
murallas junta a la
puerta de Alfonso VI iluminadas son una muestra de ello; arriba, entre la oscuridad, sobresale ese gran
edificio de la Diputación que nos hace tomar conciencia de que
Toledo es una cuesta, una gran cuesta y nos prepara para subir y bajar constantemente.