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RAPARIEGOS: Hace setenta u ochenta años, un tiempo relativamente...

Hace setenta u ochenta años, un tiempo relativamente corto, la vida en el Rapariegos era muy diferente a la vida que se hace ahora, en aquellos años había mucha escasez de todo y la gente solo pensaba en trabajar, no había ocio y poca distracción, yo he oído contar en alguna ocasión que, había gente en el pueblo, lo mismo hombres que mujeres que en el pueblo nacía y en el pueblo moría sin salir nunca de él, hoy la vida en el pueblo es muy diferente, se vive bien y se disfruta de excursiones y playas como en cualquier lugar. Para entretener un poco el foro de Rapariegos y quitarnos de la cabeza, aunque solo sea por un rato el virus este y en homenaje a las personas que nacieron en el pueblo y en el pueblo murieron sin haber salido de él, seguidamente cuento una sencilla historia de uno de ellos.
MARINERO SEGOVIANO.
Hace muchos, hace mucho tiempo, cuando yo era pequeño, me conto un labriego, un labriego mayor de esos labradores antiguos que había en mi pueblo, los de gorra, albarcas y, en verano, usaban de paja trenzada un viejo sombrero, decía que había oído contar sentado a la lumbre en noches de invierno a un marino viejo que hace muchos años paso por el pueblo, que lejos, muy lejos, había unos mares, unos mares preciosos de aguas azules y e verde esmeralda donde las gaviotas surcaban el cielo, donde los charranes blancos y negros en la misma arena ponían los huevos, donde grandes alcatraces pescaban los peces cayendo en picado desde el mismo cielo, donde negros cormoranes abriendo las alas secaban al sol sus plumones negros, donde los barcos veleros con sus velas blancas, hacían surcos de blancas espumas empujados por suave viento, donde en la noche cerrada el faro que había en el cabo, mandaba destellos a aquellos veleros.
Muchas más historias conto el marinero y a partir de entonces, con esas historias se quedó soñando el pobre labriego, soñaba tener una barca, una barca pintada de blanco y azul con velas muy blancas, como las velas de aquellos veleros, miraba las aves que había en su pueblo y al ver las palomas volar, le parecían gaviotas surcando los cielos, al ver los milanos le parecían cormoranes secándose al sol sus plumones negros, al ver las golondrinas veía los charranes blancos y negros, al ver las cigüeñas veía alcatraces cayendo en picado desde el mismo cielo, en las primaveras al ver las cebadas que había en el pueblo y ver las espigas moverse dibujando olas con el suave viento, veía esos mares de aguas de verde esmeralda que había muy lejos, soñaba y soñaba el pobre labriego y, pensaba que un día, aunque fuera lejano tendría que verlos.
Fueron pasando los años, paso mucho, mucho tiempo, la vida despacio fue transcurriendo, se casó, formo un hogar y como era normal fueron llegando los hijos, muchos, como era costumbre en aquellos tiempos y nunca hubo ocasión, tampoco dinero, para ver esos mares de aguas azules y verde esmeralda que había oído contar aquel marinero y un día de mayo, al caer la tarde, falleció el labriego. Ahora aseguran algunos del pueblo que, en las primaveras, en noches con luna y algo de viento, han visto la sombra del pobre labriego sentado en su barca, agarrado al timón con las velas al viento, seguir navegando sobre las olas de esas cebadas, sobre los trigales, sobre los centenos.
Saludos.
Ánimo Rapariegos que de esta saldremos.