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RAPARIEGOS: Este mes de agosto fui a recorrer el camino de Arévalo...

Este mes de agosto fui a recorrer el camino de Arévalo como se hacía antiguamente, unas veces se hacía andando, otras en burro en carro o como mucho en bicicleta. En esta ocasión, tuve la suerte de hacerlo en un vehículo de cuatro ruedas adaptado especialmente para andar por caminos. El día anterior había descargado una tormenta y la tierra de esta vega empapada de agua se pegaba a las ruedas, como lo hacía al aro de hierro que los carros antiguos tenían sobre las ruedas. En ese momento me acorde de los antiguos labradores, las fatigas que pasaban para llevar a vender el grano que recolectaban a la villa de Arévalo. Al llegar al puente de la mora también me acordé de Cándido Ajo, por lo bien que supo reflejar en el prólogo de su libro “Historias Milenarias de un Pueblecito de Castilla” esa preciosa vega. En estos últimos días de este mes caluroso de agosto ya no hay mieses doradas o el verde salpicado de sangre amapola como dice Cándido en el prólogo de su libro, todo está recolectado, lo que si hay son unos preciosos girasoles dorados escoltando el camino de Arévalo. En homenaje a este hombre, que también supo reflejar la vega de su pueblo, aquí reproduzco literalmente parte de su prologo.
Prólogo
Cuantas veces la princesa Isabel antes de ser reina mientras morara en el palacio real Arévaco, a caballo y a la jineta con su hermano Alfonso pasearía la alfombra de estos prados por donde entre chiviritas y claveles discurren arroyuelos escoltados de mieses doradas o verde salpicado de sangre amapola: toda la vega adelante atravesarían el sendero balondo, la calzada de Ávila, a la derecha las mangas, el mayo, los caces, a la izquierda valsordo y hoyo ziquindeo, bebían sus blancos caballos en la balsa de abajo, llegaban al convento y, tras una breve oración, la filigrana de sus manos bordaba un humeral, a la vez que canta un ruiseñor más de la mata cercana de chopos y álamos para las clarisas, mientras que Alfonso tomaba un refrigerio con bollo de monja, azucarillos o el rico vinillo perfumado, otras veces ha metido el hermano su caballo árabe por el arrollo de la mora ¿Qué leyenda preciosa daría origen a este nombre? Que les lleva al puente de carias con fuente de agua cárdena, dejando atrás el camino pontezuelos, beben los caballos al paso del prado bajo en la balsa del cardadal y pasando las huertas de los poblados, hoy campo de arado, van a orar ante el famoso Cristo, al atar sus caballos a las gigantes olmas centenarias, sus ojos azules se llenaban de la inmensidad de los campos de mieses de fuego.
Que bien escribió Cándido este prologo.
Que más quisiera yo tener la inteligencia que tenia Cándido, para poder reflejar sobre un papel toda la belleza de esa ancha vega, sobre todo en el mes de mayo como él lo hizo hace cincuenta años, pero como eso es imposible, porque esa inteligencia solo la tenía Cándido, el año que viene en el mes de mayo prometo volver por este camino y cuando suba la cuesta del puente de la mora y vea a lo lejos el campanario de la torre o rústica espadaña como él decía, cogeré la cámara e iré fotografiando los campos escoltado por mieses doradas o verde salpicado de sangre amapola, bajaré por la calzada de Ávila, cogeré el camino hasta el prado bajo, pasearé entre chiviritas y cláveles la alfombra verde de su pradera y cuando llegue a la balsa del cardadal, hare unas fotografías para demostrar que Cándido tenía razón y que todo eso que el conto sigue existiendo hoy día. Y con un poco de suerte como en alguna otra ocasión veré al zorro y con mucho más frecuencia la perdiz, la calandria, el gavilán, el pardillo, el gorrión pues esta por todas partes, el dormilero mejor dicho alcaraván, el escurridizo cuco, entre cardos el colorido jilguero, y muy cerca de las nubes de algodón volando alto muy alto cruzando veloz el cielo el alcotán. Por un lateral cruzare la arboleda de Moralejilla, subiré por la pradera de la Arroyada hasta la balsa de la Recorva y estoy seguro que cuando llegue, los pequeños patos que siempre hay irán a esconderse entre las cañas de la otra orilla como hacen siempre, también la solitaria garza real que normalmente se alimenta en esta balsa, saldrá volando como hace habitualmente cuando paso por este lugar, girare a la izquierda hasta llegar a la ermita y a falta de olmas, me sentaré a la sombra de sus paredes milenarias, de esta manera, sentado en el suelo apoyando la espalda en las milenarias piedras, abriré la mochila sacare un buen trozo de queso curado, un mendrugo de pan reciente hecho en los hornos del pueblo, una botella de vino verdejo, de la tierra y si es posible perfumado, como decía Cándido y tomando el sencillo refrigerio desde esta preciosa loma, pasearé la vista por el pueblo, la madre, los picones, las tablas, la recorva, la cuesta del gitano, el sendero del pastor, la buen hija, los pinares, la cañada de las culebras, el angosto, la cava, el sotillo, los trampales, los barreros, los huertos, y desde aquí hasta las pedreras en toda la ancha vega se verán sus mieses doradas y el verde salpicado de sangre amapola, como decía Cándido.
Saludos foreros.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Arroyo de la Mora
Cándido Ajo, en el prologo de su libro Historia Milenaria de un Pueblecito de castilla, cuando se refiere al Arroyo de la Mora, se pregunta. ¿Que leyenda preciosa daría origen a este nombre? Hoy en internet, he encontrado una historia en la que dice, por que pusieron ese nombre ha dicho arroyo.
Dice la leyenda que la mora Zoraida era la mujer más bella del lugar. Pero se enamoró de quien no debía, un cristiano que resultó ser noble. Su padre, cuando se enteró, la prohibió volver ... (ver texto completo)