TENDILLA: Nombrar: nombrar a través de la memoria. Pensamientos...

Nombrar: nombrar a través de la memoria. Pensamientos que se agolpan sin palabras, en un lugar cualquiera y que abrazas en un especie de soliloquio. Recordar, en una calla cualquiera. En un lugar cualquiera o como en este caso, porque dos pueblos, siempre se han entendido; siempre ha estado hermanados: lo supe dese pequeño.
Caminas una mañana de un verano caluroso, y entre olivares, paseas tu memoria, por un Febrero de nieve. Y es que para los niños de entonces (al menos en lo que a mi respecta, desde que mi padre me llevara has te el pueblo de Tendilla; sintiera deseos, cada año,; llegaran esas fechas.
Vengo de pasear, por los alrededores, de Toledo, ciudad, que también, se menciona en una especie de testamento, fechado en Guadalajara, hace casi 500 años. En este, un escribano, hace mención. en un castellano que hace sonreír, también esta ciudad. Apretaba ya el Sol, cuando he decidido regresar... Esta antigua ciudad, aparecía frente, como queriéndome recordar, las gentes que siglos atrás, poblaron sus calles estrechas.
Pues bien, este viejo, que envejece sin remedio, se preguntaba, entre olivares, como las gentes de entonces, recorrían las distancias, a pie o a caballo: como se comunicaban. Ya me hacía esta pregunta siendo aún niño, cuando algún libro de historia me prestaban. Ya me lo preguntaba, cuando me planteé de abandonar "el cerro". Pero antes he querido imaginar, a este viejo, caminando por las calles desiertas hoy; entre los pocos viejos que fuimos niños, y que, decidieron quedarse en ese lugar... y he querido mezclarme con ellos, para hablar de vivencias. Seguramente, me dirían que yo era un niño decidido. Seguramente, pues a veces me lo comentan, como me lo comentaron como casi 50 años después, a mi regreso... y cuando e visto, a alguno, muy envejecido, cayada en mano, caminar lentamente por el camino polvoriento, que yo tomaba, hasta este pueblo que me entrara, un buen día ya muy lejano. Pero hablemos de esa lejanía:
En mi recuerdo, hoy me traslado a mis años niños. Había nevado. días antes de Las Ferias, por lo que me temía, que el día 25 de el mes mas corto de el año, no pudiera, lanzarme camino adelante, hasta este pueblo. Y me aventuro. Me aventuro a recorrer el camino, atravesando dos vegas, estrenando pantalón nuevo, y convenciendo a mi padre, que por cierto ponía pegas a todo, lo que no tuviera que ver con los manejos de los utensilios de labranza. Y me puse en ruta muy de madrugada, en una mañana fría, y a buen paso, gané en unos minutos "El huerto de el Cura, El Tejar, la primera empinada cuesta, para descender, la Veguilla de Romanones, y trepar de nuevo, ladera arriba, para descender., luego hasta Tendilla. Pero antes de esto, me viera obligado, de abandonar el camino, por nieve amontonada, un pequeño trecho, donde con tan mala fortuna, unas zarzas, dibujaron un visible "siete" (así lo nombraba mi madre,) en mi pantalón nuevo, que con su gran habilidad, y después de una gran regañina, se encargaría de disimilar.
Ya en la plaza, llena de gente de los diferentes pueblos. Señalar que cuando aparco el coche en mis visitas, sonrío, pues creo, escuchar el murmullo de las gentes. Mi mirada va hacia el lugar, done mi primera compra: un libro. Un libro entre algunas novelas de "El Oeste Americano" Sin embargo esta, cuanto describía se desarrollaba mucho mas al Sur: en la Pampa Argentina. Mas de uno disimuló su mirada hacia el roto de mi pantalón, mientras visitaba los distintos tenderetes, o allí donde, se cambiaba el burro viejo o se trataba la compra de alguna mula. Me compré algunas golosinas, palpando de vez en cuando mi bolsillo, de el cual fuera saliendo una tras otra, perras gordas, perras chicas, algún real, y hasta una peseta grasienta. (Como nos procuramos. las escasas monedas, merece una historia aparte) El día transcurió feliz, puesto que entonces aquello era un acontecimiento. Se imponía regresar. en camino era largo. Fuera entonces, que palpara el roto de pi pantalón, mientras me inquietaba, la reacción de mi madre.
Mas de una vez he recordado esta anécdota. Mas de una vez, he recordado aquel libro, y me he sentido, el protagonista, recorriendo con el grandes distancias. Creo que fuera un invierno mas que lo leyera, a la lumbre, bajo la negra chimenea, con la luz mortecina de el candil, con otros libros, que a fin de cuentas, ya me mostraban, el mundo a el que me enfrentaba.
Si deciros ho mis amigos. Que he arrastrado albarcas con orgullo, mis zapatos por diferentes senderos, y que hoy... me siento aún niño entre aquellos niños. que eran felices conformándose con bien poco
LIBERTAD.


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