BELMONTE: San Isidoro de Sevilla...

San Isidoro de Sevilla

Hoy quiero contar una historia que me contaron cuando era parvulito y que yo retuve en mi memoria de niño, y suelen decir que las cosas aprendidas con babas suelen perdura en el tiempo

Voy a cortaros la historia que me contaron de San Isidoro de Sevilla hijo de Severiano y de Teodora, el padre de San Isidoro era un funcionario romano y su madre estaba emparentada con la realeza visigoda, de este matrimonio nacieron cuatro hijos tres varones y una hembra los cuatro fueron santos y se veneran en los altares.

San Leandro que era el mayor fue arzobispo de Sevilla y al morir sus padres se hizo cargo de Isidoro que era el menor, y le busco un buen colegio en la orden de San Jerónimo de Sevilla en la cual ingreso Isidoro siendo niño, pero allí estuvo un tiempo a disgusto y pensó huir de esa vida monacal, y una noche mientras los frailes dormían Isidoro huyo por la tapia de la huerta de los frailes que no era muy alta.

Isidor cogió el camino y cuando estuvo cansado vio un montón de piedras que era un brocal de un pozo y allí al abrigo se quedo dormido, y los pastores cuando fueron abreva su ganado se lo encontraron medio dormido y lo despertaron y le preguntaron que hacia allí y el les dijo que se había escapado del monasterio y que cogió el camino hasta llegar al pozo donde se paro a descansar y quedo dormido.

Los pastores le preguntaron a Isidoro que si tenia hambre y el dijo que si entonces uno de los pastores fue donde tenían el borrico y saco del morral un trozo de pan y trozo de queso y se lo llevo a Isidoro y el empezó a comérselo mientras los pastores abrevan el ganado,

“Isidoro que era un genio dormido observo como los pastores sacaban el cubo de agua y la soga había rozado la piedra y echo una hendidura en ella entonces le vino la brillante idea y pensó que su cabeza no seria tan dura como la piedra que a fuerza de estudiar saldrían hacia adelante”, una vez que se comió el trozo de pan con el queso se despidió de los pastores con mucha amabilidad y emprendió el regreso al monasterio donde ya lo había echado de menos, pues lo frailes le preguntaron donde había estado y el les dijo la verdad que se había escapado porque no le gustaba estar en el monasterio.

Desde aquel día puso toda su voluntad en aprender y seguir las reglas del monasterio en el cual se encontraba tuvo gran interés por leer los escritos de San Agustín y de los clásicos, pues abarco todo el saber de su época y el libro que más difusión tuvo en el mundo cristiano fue el libro que el titulara Etimologías, asistió al concilio de Toledo y fue el que sustituyo a su hermano San Leandro cuando este murió en el arzobispado de Sevilla.