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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: EL ALMANAQUE DEL HUMOR -...

EL ALMANAQUE DEL HUMOR -

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Una chispa de humor cada día para alegrarte el ánimo.

¿Cuál es el origen del capirote que llevan los nazarenos?
El gorro puntiagudo o cucurucho de cartón que estiliza y cubre la figura de los nazarenos en las procesiones de Semana Santa, denominado capirote, tiene su origen en la época de la Inquisición.
De hecho, a los condenados por la Inquisición se les colocaba un gorro similar, que llevaba puntadas figuras alusivas al delito o a su castigo (por ejemplo las llamas del infierno).

La fecha de Semana Santa y la luna llena
La Pascua tiene fecha variable. Desde el Concilio de Nicea, en el año 325, se decidió que la Pascua de Resurrección se celebrase "el domingo después a la primera luna llena que siguiera al equinoccio de primavera (21 de marzo)". Por eso, todos los años, se puede disfrutar de la luna llena en las procesiones.

FRASES HECHAS - Ya vendrá el tío Paco con la rebaja

Nadie sabe quién fue este tío Paco el de las rebajas. Luis Montoto, en su libro Personajes, personas y personillas, escribe: "El tío Paco. Famoso personaje proverbial, en quien representamos la experiencia, el desencanto y el desengaño. La imaginación, en alas de las ilusiones, agiganta y abulta así los bienes como los males, despertando en nuestro ánimo ora esperanza, ora temores; pero el tiempo, tomando el pelaje y la catadura del tío Paco, pone las cosas en su punto, rebajándolas hasta la realidad".

Echarle a uno el muerto

La expresión echar el muerto y sus variantes echar el muerto a casa, a puerta ajena o al vecino, se utilizan comúnmente para imputar a un tercero la culpa de lo que no ha hecho. Al parecer, el origen de la expresión se remonta a la Edad Media. Según las leyendas medievales, cuando dentro del término de un pueblo aparecía el cadáver de una persona muerta de forma violenta y no se llegaba a esclarecer quién había cometido el asesinato, los habitantes de dicho municipio estaban obligados a pagar una multa. Para evitar saldar la sanción, que se conoce como homicisium, los vecinos aguzaban el ingenio hasta límites insospechados. Uno de los recursos más utilizados era no airear el hallazgo, meter el cadáver o cadáveres en sacos y, en la oscuridad de la noche, arrojarlos en el término de otro pueblo próximo. Echar el muerto a otro pueblo vecino equivalía, pues, a cargarle con la responsabilidad de un crimen y con la multa correspondiente, salvo que se entregara o se capturara al asesino.