Desde el cerro las vistas, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

(11 de Enero de 2014)
A veces, cuando la noche era clara y brillaban las estrellas en el firmamento, volvía al árbol a escuchar su conversación con los espíritus. Pero nunca más pudo oír lo que decían.
Una noche, cuando los espíritus del árbol conversaban con las estrellas, el muchacho empezó a sentir añoranza de sus padres y de la vida en la aldea. Como los espíritus del árbol no le hacían el menor caso, pidió suavemente al árbol que se volviera a hacer pequeño, para poder bajar e irse a casa. De inmediato tuvo el suelo a su alcance, y un minuto después estaba junto a sus padres, que lo recibieron como quien ve a un fantasma, pues le creían muerto.
El muchacho nunca olvidó el tiempo que pasó...
Entre las ramas, el muchacho perdió la noción del tiempo, pues estuvo allí durante meses, e incluso años, escuchando los espíritus del árbol. Por la noche, los espíritus hablaban con las estrellas del oscuro cielo. Los espíritus del árbol se expresaban mediante silbidos, y las estrellas, a su vez, respondían también con silbidos, contándole al árbol cuáles eran sus nombres y sus leyendas.
Muy pronto, el muchacho aprendió a entender ese lenguaje, y supo los nombres de las estrellas, además de la...
Corrió hasta un árbol cercano y trepó por sus ramas.
-Protégeme, abuelo árbol –suplicó.
Y el árbol, que era también la casa de los espíritus, lo escuchó y lo ayudó. Mientras el muchacho trepaba por las ramas, el árbol creció y creció hasta que su copa quedó muy lejos del suelo, llegando tan alto que todos los demás árboles del bosque parecían una alfombra de musgo a sus pies.
- ¡Aaah! –gritó-. ¡Que me quemo!
Fue entonces cuando ocurrió algo extraño, muy extraño. Es posible que aquel fuera un pez mágico, o quizá los rescoldos del fuego estaban encantados; eso nadie lo sabe.
Pero unos sonidos misteriosos comenzaron a difundir su eco por el bosque. Parecía como si al tirar el pez por los aires, el muchacho hubiera despertado a una extraña fuerza que intentaba comunicarse con él.