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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

capricho de la naturaleza
Foto enviada por cuenka

Habían ganado, y como regalo para los ganadores, les dieron a Piluca una caja de fuegos artificiales, y ella se puso muy contenta, y les prometió que volvería el año siguiente.
— ¡Vamos segundos! —dijo Piluca, cuando salieron lanzados al exterior. Realizando un último esfuerzo, el kart adelantó a la muñeca de porcelana y cruzó la línea de llegada.
Una vez dentro del túnel, Piluca y el kart se pusieron a reír y a reír, tan fuerte, que cuando llegaron al final el túnel se estremecía con sus carcajadas.
— ¡Vamos a perder la carrera! —gritó Piluca. Pero el kart atravesó un puente a toda velocidad y dobló a la izquierda hacia un túnel donde había una señal en donde podía leerse: Atajo por el Túnel de la Risa.
Entonces el coche de la ardilla tuvo una avería y la muñeca de porcelana se colocó en cabeza.
— ¡Brum! ¡Brum! Bajaron por la calle principal a todo gas, entre una gran muchedumbre que les aclamaba.
Piluca y el kart se colocaron junto a una ardilla con un gracioso sombrero que limpiaba sus gafas de conducir con un pañuelo. Un soldado de juguete agitó una bandera y salieron disparados.
En esto Piluca vio una muñeca de porcelana sentada en un flamante coche amarillo y a un payaso poniendo en marcha su propio coche. — ¡Mira, kart, va a haber una carrera!
Por todas partes veía Piluca banderas, banderines y linternas mágicas. Cientos de juguetes bordeaban la calles agitando unas bengalas.
Cuando se acercaban al Pueblo de los Fuegos Artificiales, el cielo empezó a oscurecer y de pronto sonó ¡Pum! ¡Bang!, y un enorme cohete estalló, y dejó una estela de estrellas plateadas.
Y para allá se fueron.
—Vamos allí.
Entonces Piluca vio un cartel que ponía: “Al Pueblo de los Fuegos Artificiales”, y dijo:
— De acuerdo —dijo el kart—. Pero apresúrate.
—Quiero coger una fruta —dijo Piluca.