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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

Colores y paisajes
Foto enviada por cuenka

Y suerte que Pedro y Pablo, los hermanos mayores, habían perdido sus orejas, pues, de lo contrario, habrían tenido que escuchar con dolor cómo su hermano menor, Juan “Botas”, se había convertido en el mayor héroe del reino. Al fin y al cabo, no estaba tan loco como ellos pensaban, y su forma de maravillarse por todo había servido de algo…
Todo quedaba hecho y solucionado para el Rey, pues la luz retornó al castillo y disponía de un pozo de agua infinita. Extasiado de felicidad el monarca, recompensó a Juan con la mitad de su reino y con la princesa, tal y como había prometido.
“- ¡A fluir! – gritó Juan, y en menos de un instante el agua empezó a correr del agujero al pozo, en forma de arroyo, con tal velocidad y caudal que en muy poco tiempo estaba rebosante.
Juan pulió su gran obra a su gusto y semejanza, y fue entonces cuando llegó el momento de hacer uso de la nuez. Colocó a ésta en una esquina del pozo creado y retiró el parche de musgo que en su momento puso.
“- ¡A cavar se ha dicho! – Y la pala comenzó a cavar más y más, como si el mundo fuese a acabarse, retirando tierra y roca allá por donde pasaba, hasta que un pozo hermoso e inmenso surgió del suelo.
Era el turno de la pala, la cual Juan empuñó desde el fardo y sacó a relucir.
-Lo sé. Pero prefiero probar primero – dijo Juan decididamente, mientras sacaba su hacha del fardo y la empuñaba con osadía. – ¡A talar! – le dijo “Botas” a ésta. Y el hacha taló sin detenerse y con agresividad, haciendo saltar por los aires astillas y restos, hasta que el roble cayó redondo.
“- ¿De verdad osa intentarlo, después de ver lo que le ha ocurrido a sus hermanos mayores? No le quepa duda que la sanción será la más dura de todas si usted erra.
Casi sin pretenderlo, el turno de Juan había llegado. El Rey, consciente de que era el menor de los hermanos, le espetó:
Llegado el turno de Pablo, más de lo mismo volvió a ocurrir. Por consiguiente, no pudo escapar de las garras de los Guardias Reales, quienes dieron buena cuenta de su intento fallido deportándolo a la isla. Con más saña recortaron, de hecho, las orejas de Pablo, pues el Rey sabía que debía haber aprendido la lección de su propio hermano mayor.
Pedro y Pablo, los hermanos mayores, arrogantes, muy seguros estaban de poder conseguir tal hazaña. Así fue como Pedro probó el primero, por ser el mayor. Al igual que había sucedido con todos los aspirantes anteriores, por cada esquirla retirada, dos nuevas crecían. De esta manera Pedro no pudo evitar el horroroso castigo…
Continuando su camino, en poco tiempo alcanzaron el Palacio Real. Como por todo el reino se había extendido el rumor de la recompensa, muchos eran los que lo habían intentado en vano. Además, por culpa de ello, el roble había vuelto a crecer más fuerte y vigoroso que nunca, y la oscuridad se cernía más inmensa. El Rey, consciente de todo esto, había impuesto un castigo a quien lo probase sin conseguirlo: arrancarle ambas orejas y enviarlo a una isla desierta.
Regresando con sus hermanos, éstos dudaron de lo que Juan hubiese visto, hasta el punto de hacer nuevas chanzas al respecto. Poco le importaba a Juan “Botas”, pues al fin y al cabo había visto satisfecha su inquietud.
Aquí estoy, pues. – comentó Juan, mientras bloqueaba el manantial sobre la nuez con un parche de musgo, para evitar que el agua se agotase. Al tiempo, agarró la nuez y la incorporó a su fardo.
-Así es – contestó la nuez – y mucho ha fluido mientras te esperaba.


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