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MORTADELO, ¡Ojo con la anciana!
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MORTADELO, ¡Ojo con la anciana!

Mortadelo y Filemón

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Mortadelo y Filemón

Logotipo de la serie

Publicación

Primera edición
20 de enero de 1958

Última edición
Actualidad

Editorial
Bruguera, Ediciones B

Contenido

Tradición
Escuela Bruguera

Género
Humor, Sátira política, Farsa, Slapstick, Aventura

Personajes principales
Mortadelo, Filemón, El Súper, Ofelia, Profesor Bacterio

Dirección artística
Creador (es)
Francisco Ibáñez

Guionista (s)
Francisco Ibáñez
Jesús de Cos y otros (apócrifas)

Dibujante (s)
Francisco Ibáñez
Ramón María Casanyes y otros (apócrifas)

Serie

Colección
202 aventuras largas (205 Previstas; 2017)

[editar datos en Wikidata]

Mortadelo y Filemón es una serie de historieta humorística creada y desarrollada por el autor español Francisco Ibáñez a partir de 1958, la más popular de las suyas, y probablemente de todo el cómic en España. Adscrita habitualmente a la escuela Bruguera, ha gozado además de multitud de adaptaciones a otros medios.

La serie nació con el nombre de Mortadelo y Filemón, agencia de información, tomando como base cómica la ficción de detectives y con historietas de 1 a 4 páginas. Desde el principio los personajes protagonistas estaban definidos: Filemón es un hombre colérico de dos pelos y es el jefe, y Mortadelo es un hombre alto y calvo, con nulo sentido común y la capacidad de disfrazarse de cualquier cosa. En 1969 ingresan en las filas de la T. I. A., una desastrosa agencia secreta que les permite parodiar las historias de espías y se incorporan a la nómina de personajes fijos el despótico superintendente (o "Súper") de la organización, el catastrófico científico profesor Bacterio, o la oronda Secretaria Ofelia. Además empezaron a aparecer aventuras largas de 44 páginas. En cualquiera de sus épocas la serie destaca por su humor extremadamente slapstick, por lo que los personajes sufren constantemente percances como caídas desde grandes alturas, explosiones, aplastamientos por todo tipo de objetos pesados (pianos, cajas fuertes, etc.) sin que las consecuencias de los mismos suelan durar más de una viñeta.

(7 de Junio de 1971) ... (ver texto completo)
La moraleja de esta historia es: primero, que a nadie, por muy principal que se considere, se le debe ocurrir burlarse de un hombre inferior, aun cuando se trate de un erizo; y, segundo, que resulta aconsejable, cuando uno se quiere casar, tomar por mujer a una de su condición y que sea igual de aspecto; o sea, un erizo ha de preocuparse de que su mujer sea también un erizo, y así sucesivamente.
Así fue cómo sucedió que en las campiñas de Buxtehude el erizo hizo correr a la liebre hasta la muerte, y desde ese día no se le ha vuelto a ocurrir a ninguna liebre apostar en una carrera con un erizo de Buxtehude.
Pero, a la septuagésima cuarta vuelta la liebre no pudo llegar hasta el final. En medio del campo se desplomó, la sangre fluyó de su garganta y quedó muerta en el suelo. Y el erizo tomó la moneda de oro y la botella de aguardiente que había ganado, llamó a su mujer desde su surco y ambos se fueron contentos a casa; y si todavía no se han muerto, seguirán con vida.
Y de esta manera corrió la liebre otras setenta y tres veces, y el erizo siempre accedía a repetir la carrera. Y cada vez que la liebre llegaba a un extremo o al otro, decían el erizo o su mujer:
-A mí eso no me importa -respondió el erizo-; por mí, las veces que tú quieras.
- ¡A correr otra vez! ¡De vuelta!
Pero la liebre, indignada y fuera de sí, gritó:
- ¡Ya estoy aquí!
Y de nuevo salió como un bólido, con las orejas ondeando al viento. La mujer del erizo permaneció quieta en su puesto. Cuando la liebre llegó a la parte alta del campo el erizo le gritó desde su puesto:
La liebre se quedó perpleja; y no fue pequeño su asombro, pues no pensó otra cosa sino que era el mismo erizo quien le hablaba, ya que, como es sabido, la mujer del erizo tiene exactamente el mismo aspecto que el marido. Pero la liebre pensó: «Aquí hay gato encerrado», y gritó:
Ya estoy aquí!
Cuando la liebre se acercó corriendo como un bólido a la parte baja del sembrado, la mujer del erizo le gritó desde su puesto:
Y cada uno de los dos se colocó en su surco. La liebre contó «uno, dos, tres» y salió disparada como un rayo por el sembrado. El erizo apenas dio unos tres pasitos, se agachó en el surco y se quedó quieto.
- ¡Pues adelante!