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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El gorro de Papa Noel
Foto enviada por Qnk

-Jo, jo, jo -dijo el reno para sí-. ¡Qué hermosa es la Navidad!
Rodolfo no parecía escucharle. Contemplaba las estrellas, más allá de los tejados cubiertos de nieve. Una luna de oropel se columpió al sonido de las campanas de la iglesia.
-Lo siento, Rodolfo -le dijo al salir de la chimenea-. En el futuro pienso hacer los regalos en Nochebuena.
Volvió a subir al tejado. Esta vez le resultó más fácil trepar y sus crecidos bigotes de invierno evitaban que el hollín se le metiera en la nariz.
-Ah, qué hermosa es la Navidad, -suspiró, y un nudo en la garganta le impidió soltar su “Jo, jo, jo”.
En habitaciones cercanas los niños dormían bien abrigados. A los pies de cada cama había un zapato con una tarjeta especialmente dirigida a él.
“Para Papá “Noel”, decía una nota en la mesa junto a un vasito de jerez y un trozo de pastel. Papá Noel bebió y comió. Se sentía muy emocionado.
Abajo, en la sala, diez guirnaldas cruzaban el techo de punta a punta. En un cubo rojo había un pino alto de ramas estiradas, que sujetaban un centenar de luces de colores, y tiras y tiras de papel de plata. Una luz blanca entró por la ventana, reflejada en la
nieve, e iluminó la estancia, llena de felicitaciones navideñas.
-No sé para qué me mm-m-molesto -murmuraba mientras forcejeaba por entrar.
Cuando llegaron al tejado de la chimenea estrecha, Papá Noel se ajustó bien el cinturón, se puso la bolsa sobre el hombro y se sentó en la punta de la chimenea.
Papá Noel no tenía ninguna gana de gritar ni jo, jo, jo ni ja, ja, ja. Se había olvidado su segundo par de calcetines y comenzaron a castañetearle los dientes.
Para repartir debidamente todos los regalos, tuvo que salir como de

costumbre en la Nochebuena. Se abotonó su camiseta más gruesa, su jersey, su chaqueta de punto y su chaquetón rojo; se envolvió en su bufanda y se calzó los guantes. Rodolfo sacó el pesado trineo y galoparon a través de la nieve sin mediar palabra.
Para repartir debidamente todos los regalos, tuvo que salir como de repartidos, se caían del carro por las sacudidas-, ¡Confundirnos con ladrones! ¡Lo que faltaba! ¡Nunca más!
- ¡Nunca más! -dijo Papá Noel saltando en el carro de seis ruedas y galopando sin parar hasta el amanecer. Los regalos, que no habían podido ser repartidos, se caían del carro por las sacudidas-, ¡Confundirnos con ladrones! ¡Lo que faltaba! ¡Nunca más!
-Un ladrón -dijeron por teléfono-. Y creemos que hay otro en el tejado.