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ALAMILLO: De ese valle me queda el recuerdo de la luna plateada,...

Dende mu chiquinino, dende bien chiquetejo, dende antes que me salieran los dienturrines, ya estaba yo por esas alcudias. Me parió mi madre en una chica y pobre casa de Alamillo, pero me crie en chozos y quintos, de cerro en cerro, de loma en loma; y una hermosa y ya lejana primavera, entre alborozados sones de cencerras, verdes y tiesos gamonitos, y viejas encinas en flor, conocí a mi novia, una niña casi, que estaba con un caldero sacando agua de un pozo sito en una cañá cuajaita de poleos, y que me dijo salerosamente na más veme:

- “Por estas lomas de Alcudia va mi pastor… ¡Ay… quién fuera una encina sobre un alcor!...

Yo, engallao y sonriente, le pregunté qué ocurriría si ella fuera una encina de verdá, y ella, serena y risueña, dijo:

- “ ¿Si yo fuera una encina?... si yo fuera una encina sombra te diera, pastorzuelo mío, y todo mi amor…”

Y asín fue como me encandiló, porque a mí me hablan de lomas, encinas, sombra fresca y amor… y me hago de gachas dulces, désas que hacía mi madre con aguardiente y tostones pa Los Santos; y porque no nombró el “ajoblanco”, que si es asín, le hubiera pedío casamiento allí mesmo, en el lugal que estábamos, al lao de una retama en flor que golía a gloria.

Güeno, alamilleros de dentro y de fuera, que sos podéis imaginal, por tanto, que yo conozco bien el Valle de Alcudia, por eso lo siento mu dentro y me entra temblaera na más de pensal que cualquier “macro-proyecto” de estos modelnos pueda acabal definitivamente con la esencia de este reducto natural y humano. Sí, sí, me refiero a eso que los políticos llaman “Grandes Infraestructuras para el Progreso”, palabras que las saben pronunciar con mucha severidad, pero que a mí me huelen a tufo, y beneficios para “unos poquitos”, y no de tos y para tos…

De momento, sigamos disfrutando de nuestro Valle, tal cual. Y pa que sos entretengáis, y/u sos embriague la nostalgia o la melancolía, aquí sos dejo algunos topónimos que resuenan en mi celebro, y que me agrandan o me parten el corazón, dependiendo de lo que allá viví; sí, en cada una de estas fincas que tan bien conozco y que tienen estos bellos y sugerentes nombres… ¿os suenan?:

La Cabrera, Las Hoyas, Las Mojeas, Las Parcelas, Castilseras, Jaralejo, Zorreras, El Hornillo Bajo y Alto, La Perdiz Baja y Alta, Taberneros, La Gargantilla, Los Bonales, Los Morenos, La Atalayuela, El Cerro de la Albarda, El Pingano Alto y el Bajo, El Cuarto de la Cruz, Maribanderas, Cabeza Lobosa, Calzadillas, Capellanías, Manoteras, Cepones Altos y Bajos, Cañaveras, Fuente del Canto, Mochuelos, Mochuelillos, Minarrica, El Castaño, Alcornoquejo, La Cotofía, Evilleta Alta y Baja, El Jinete, Pasaderas, Fuente de los Novillos, Hato de Andate, Hato del Rey, Hoyas de Hatoquedo, El Malogrado Alto y Bajo, Majaditas, Lomas del Toril, Los Santiagos, El Morroquil, El Pozo de Moya, El Rasillo, El Ranal, Torilejo, La Solanilla, La Divina Pastora, Pulido, Hato Blanco, Chorreras…

¡Ay… quién fuera una encina sobre un alcor…!

Madre mía Niño de Alcudia esta vez lo has bordado. Me has hecho llorar cuando cuentas como conociste a tu novia porque parece que estaba yo a tu lado oliendo la retama y cuando nombras el rosario de las fincas del valle de Alcudia las voy reconociendo una a una aunque la verdad alguna no la he oído nombrar por primera vez. Yo creo que además de pastor eres escritor y no te enfades si te digo que te lo escribe alguien. Tus hijos o alguien pero a mí me encanta, no te enfades pero es que me extraña todo mucho, pero sigue escribiendo, gracias.

De ese valle me queda el recuerdo de la luna plateada, el canto de los grillos y el croar de las ranas, el color amarillo de la flor de las retamas, el balido del cordero retozando por las lomas, el sonido de las cencerras y el revolar de las palomas, el serpeante arroyuelo rodeado de tamujos y el murmullo ligero de sus aguas cristalinas, el canto de la abubilla en las encinas, el ladrido de los perros defendiendo la majada y el aullido de los lobos en la noche callada. También recuerdo el rodar de los carros por los caminos, la voz de los muleros y el rebuzno del pollino, la fatiga de los segadores bajo un "sol de verano" con la hoz y las gavillas en la mano, el silbido de los estorninos en los tejados, las mañanas de invierno, los campos helados y las migas con torreznos. Me acuerdo del pastor encapotado bajo la lluvia buscando su ganado, de mujeres laboriosas con panera en la cabeza para lavar la ropa en la fuente o la ribera. De ese valle estos y otros recuerdoa me quedan que han influido en mi vida de alguna manera.

Fdo. El caballero de Alcudia