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TUDANCA: A lo que el tío Juan José contestó con prontitud:...

A lo que el tío Juan José contestó con prontitud:

Del valle de Polaciones sacó el Rey sus consejeros;

del condado de Pernía pastores y borregueros.

Viva está la memoria del insigne jesuita en todo el valle, y conmemoración de elocuente lápida tiene en la iglesia de Tresabuela, con más el recuerdo de su patrón que, singularmente en estas regiones, es San Ignacio de Loyola. El propio P. Rávago rehizo la iglesia, y la dotó de retablos, alhajas y ornamentos. Santos de la Compañía de Jesús presidían aquéllos, y aún quedan tras la devastación de nuestra última revolución un San Francisco Javier, de no mala talla, y un San Ignaciuco, destinado a salir en la procesión de su fiesta, habiendo desaparecido el titular del altar mayor, que yo conocí y era muy discreta escultura.

La familia de Rávago pertenecía a un muy buen linaje de esta montaña, y estaba radicada en Tresabuela, donde se conserva, no sólo la casa que, comunicando con la iglesia, debió hacer construir el padre Francisco, y los restos de aquella en que nació, según tradición autorizada, sino otra en que el genio cazurro y bienhumorado de los purriegos se adivina en la inscripción que se lee sobre el portón de entrada:

Esta casa hizo Don Francisco de Rávago Herrán, Cura beneficiado de este lugar de Tresabuela, y su hermano Tomás de Rávago y Herrán, vecino de este lugar. Quien quiera saber lo que cuesta, haga otra como ésta. Año de 1747.

Rasgo este último que se aparta, y graciosamente, del entorno de lo que se juzga digno de escribirse y permanecer en la piedra, y que hace adivinar un gesto irónico en los dos hidalgos que remataran la obra, probablemente con ayuda del jesuita confesor, su pariente.

Pero hora es de que hablemos de este buen montañés. Había nacido en 1685, y su padre, además de Rávago, llevaba los ilustres apellidos, bien conocidos en estas montañas, de Rubín de Celis, Duque de Estrada, Manrique de Guevara y Pimentel. Su madre se apellidaba Noriega y Noriega, alcuña notoria en el valle de Peña Mellera. Estudió en Valladolid y Salamanca y renunciando a sus derechos de primogenitura ingresó en la Compañía de Jesús. Fue maestro de teología y filosofía en Valladolid, Salamanca, la Sorbona y Roma, tiempo este de su mayor actividad intelectual, en el que escribió sus obras filosóficas y teológicas que, salvo la que tituló Christus hospes y se estampó con el anagrama, Federicus a Granvosca, permanecen inéditas, aunque no perdidas, en el archivo de familia de los Rávagos, en Casar de Periedo. Fue rector del Colegio jesuítico de San Ambrosio, de Valladolid, y finalmente Provincial de la Orden. Por influjo principalmente del ministro don José de Carvajal y Lancáster fue nombrado el padre Rávago confesor de S. M., que lo era, como dije, la debilísima y bondadosa de Fernando VI. Parecía nombramiento favorable al que pudiéramos llamar bando regalista, y contrario al favorable a la Santa Sede, pero no se pudo sospechar hasta qué punto fue ello así y el tesón con que el padre Rávago sostuvo cuantos pleitos rozaban tal doctrina que por juego político, inoportuno do explicar en este lugar, era en España escudo y defensa de los jesuitas y en Francia posición predilecta de los jansenistas, sus enemigos. La firma del Concordato de 1750, en cuya negociación más reservada y confidencial tuvo gran parle el padre Rávago, es el mayor triunfo de su política. Pero vivía el confesor en un ambiente desfavorable a los jesuitas, como los hechos mostraron escandalosamente pocos años después. En medio de bandos enconados, acabó pagando su identificación con el gran ministro Ensenada, y gloria debe considerarse de su política el que el propio Papa Benedicto XIV había de escribir al cardenal Tencín: "Este jesuita y el marqués de la Ensenada eran casi una misma persona, y no es de extrañar que la caída del uno haya producido la del otro". Ciríaco Pérez Bustamante, vinculado por su matrimonio a la familia Rávago, y el mejor conocedor de tan ilustre ascendiente, le caracteriza así: "El P. Rávago, colaborador de Ensenada, amigo personal de los más esclarecidos literatos de la España de su tiempo, fue un hombre de indudable talento político..."

Pero aunque fuera forzoso prestar un punto de atención a este aspecto del afortunado purriego, me interesa relacionar su actividad con su constante desvelo por los intereses de la Montaña. Puede afirmarse que fue el máximo favorecedor de ella, y no sólo de su tiempo. A él, y sirvan de ejemplo, se debe la hazaña administrativa de la creación del Obispado de Santander, la obtención para esta capital del titulo de ciudad y que se llevase a cabo la construcción de la carretera proyectada a Palencia, y la que precisamente había de cruzar su valle de Polaciones, aunque el logro total de la construcción de ésta se gozó muchos años después. Y para bien de la cultura literaria de su tiempo deben contar como insignes títulos su decisiva intervención para salvar la ingente colección documental del P. Burriel; su aliento al incomparable P. Flórez, al que había éste de corresponder con una honrosísimo dedicatoria de uno de los tomos de su España Sagrada; su ayuda a la ordenación de las papeletas aún sin utilizar, y que se aprovecharían para la espléndida edición segunda de la Biblioteca de Nicolás Antonio; el nombramiento de don Ignacio Luzún para bibliotecario de S. M.; finalmente, su protección al gran Pérez Bayer, del que había de poner a salvo numerosos papeles, según testimonio del mismo P. Burriel. Maravilla evocar en esta pobre aldea el destino del niño allí bautizado y el alcance de su actividad iniciada entre estos desconocidos valles hasta alcanzar las cimas políticas y literarias más eminentes. A su caída se complacieron sus émulos en dirigirle pasquines: nosotros en esta aldea le brindamos el mejor decorado y perfilado VITOR que pueda ostentar casona hidalga de la Montaña.

De este pueblo salió para recorrer mundo un aventurero, del que si pudiera reconstruir la biografía tendríamos en ella uno de los libros de más amena lectura y de no corta instrucción. Llamábase Pedro González García, si bien en sus andanzas usaba tan sólo el segundo apellido. Recorrió diversas naciones de Europa, llegó a conocer China y otras partes de Asia, pero el teatro principal de sus empresas fue América, y podríamos decir que toda la América.

d la red.... sigue