TUDANCA: Una antigua leyenda cuenta como una noche de invierno...

Una antigua leyenda cuenta como una noche de invierno una joven campesina recorría los bosques , de vuelta a casa después de un duro día de trabajo en el campo. De improviso comenzó a llover, se estremeció bajo sus ropas, y apretó el paso para así llegar antes. La luna hizo entonces su aparición y la niebla con ella, cada paso que daba creía oír ruidos provenientes del interior del bosque, pasos que la seguían, gruñidos guturales de bestias, y arañazos en la tierra blanda. Apretó aun mas el paso hasta casi llegar a correr, entonces escucho el chasquido de una rama al partirse, asustada emprendió una huida desesperada por el camino que la dirigía hacia la humilde casa familiar que no quedaba muy lejos.

Cuando se detuvo exhausta a tomar aliento se percató de que había confundido el camino, no conocía nada de lo que la rodeaba, y el camino se había tornado oscuro y lúgubre, entonces alzó la vista, y entre las ramas de los árboles divisó una tenue luz que debía provenir de una casa, tambien alcanzó a oler el humo que emanaba de una chimenea, sin pensarlo dos veces corrió en pos de la luz que cada vez estaba mas cercana. Por fin llegó ante la puerta de la cual la luz se derramaba por entre las rendijas de la madera, y el sonido cálido de voces y risas inundó el ambiente. Se armo de valor, y abrió la puerta lentamente, en el interior había varias mesas de madera ocupadas por hombres que reían y lanzaban piropos a la camarera instándola a sentarse sobre sus rodillas, recorrió la estancia con la vista antes de asegurarse y cruzó finalmente el umbral cerrando la puerta tras de si, nadie levantó la cabeza para mirarla, ni siquiera parecieron advertir su presencia hasta que cruzó la estancia en dirección a la barra para sentarse en una de las sillas mas alejadas y cercanas al calor del hogar.

En aquel tiempo se percató de la presencia de un joven sentado en una mesa cercana a la ventana que bebía con tranquilidad una jarra de cerveza sin levantar la mirada de ella, absorto en sus pensamientos, le miró detenidamente puede que durante demasiado tiempo, pues el levantó la vista y la miro fijamente con unos penetrantes ojos negros que le parecieron desnudarla, se sintió cautivada e indefensa ante aquella mirada fría y obsesiva. Entonces un hombre rechoncho y con las mejillas sonrosadas apareció de la nada y le preguntó si deseaba algo. Confusa, apartó rápidamente la vista de aquel joven e intento balbucear algo, el hombre demostró impaciencia y ella tranquilizándose le explicó que no poseía ningún dinero y que se había extraviado, pero el hombre muy lejos de ser tolerante comenzó a lanzarle improperios y a gritarle que no deseaba vagabundos en su posada, cuando ella intentó volver a explicarle la situación esperando un poco de comprensión, el hombre levanto el enorme brazo con actitud amenazante y…

No paso nada, el joven que tan insistentemente habia estado mirando antes estaba de pie junto a ella, sujetando el brazo del enorme posadero. Eligiendo cuidadosamente las palabras explicó al hombre que el pagaría lo que ella quisiera pedir, el posadero accedió de mala gana y le sirvió un vaso de vino caliente, ella aun temerosa, alzó la vista hacía su salvador y encontró una cálida mirada donde antes era penetrante e insistente.

Él la invitó a sentarse a su lado, bebió ávidamente el vino y para cuando terminó volvió a encontrarse con los oscuros ojos que la seducían. Entonces dejó de pensar, todo lo de alrededor comenzó a esfumarse y sólo veía sus ojos, oía su voz, sentía sus caricias, sus besos, subieron a una habitación de la posada y allí, con el sonido de las risas del piso de debajo de fondo, se hizo suya.
Mientras la desnudaba lentamente clavaba la mirada en la suya, acariciaba suavemente su piel, y besaba cálidamente sus labios, poco a poco comenzó a sentir su fuerza, mientras se movía sobre ella, sentía el calor de su cuerpo ardiendo sobre el suyo, el aliento que le rozaba la nuca y las caricias que recorrían su piel centímetro a centímetro; con cariño, con devoción. Aquella noche durmió plácidamente a su lado, sintiendo su respiración y recordando sus palabras, tan tiernas y prometedoras…

Los rayos del sol penetraron por la ventana y acariciaron su rostro. Abrió los ojos y se desperezó, despertó radiante de alegría para comprobar que, él no estaba. Lo llamó insistentemente pero no apareció, se vistió rápidamente, y bajó las escaleras para seguir buscándole, pero no lo halló por ningún sitio. Con el corazón partido en mil pedazos inició el regreso hacía su casa, lentamente y con la mirada fija en el suelo.

Pasó días sin comer, encerrada en su alcoba, no dormía, no hablaba, sólo pensaba, pensaba, pensaba en él, en sus caricias, en sus palabras, en sus promesas, promesas que ya no servían de nada, promesas rotas. Pero todo empeoró el día que lo supo, el no se había ido del todo, había dejado algo, su semilla, y ahora crecía en su interior, latente y ansiosa por vivir.

Cuando se hizo evidente, el pueblo entero hablaba de ella a sus espaldas, era objeto de todo tipo de burlas y los hombres la maltrataban, la hacían comentarios obscenos, incluso una noche la violaron sin perdón durante horas, la echaban de cualquier sitio al que fuera, la tiraban comida a la cara y apenas si podía salir de su casa, así que volvió a su encierro voluntario, sin comer, sin dormir, sin pensar… nada… Salvo acariciar su vientre, como si el niño que había dentro fuese el único que la comprendiera, como su amado hizo una vez…

Pero cuando su padre, un humilde mercader volvió a casa por primera vez en meses, después del crudo invierno que le había tomado preso en un puerto de montañas, entró en la habitación y se percató de lo ocurrido, su ira fue incontrolable. Agarró a Kelpie por los pelos y la tiró al suelo, la pegó una brutal paliza, y cuando parecía que ya todo había acabado la volvió a aferrar y la arrastró hasta el sótano de su propia casa, allí la tiró en medio del frío suelo y cerró con llave.

Por conocer varón fue condenada, enterrada en vida entre muros, Kelpie murió, y desde ese día su alma te guía hacia la posada donde le conoció.

Su leyenda dice así:

Segundos antes de medianoche en la hora en que las brujas toman el té, donde el horizonte del bosque se esconde, en un claro, un posada a lo lejos se ve. No beses su boca si a medianoche tú la ves pues si acaricias esos labios siempre morirás de pie entre los muros, ya hay ciento diez.

Su nombre era Kelpie, “La dama del amanecer”, en la noche de los difuntos se la puede ver y añora un amor tener…

de la red.


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