TORRELAVEGA: A la Concejala Esther García...

A la Concejala Esther García
Desde la pasión de los poetas
Y desde San Pedro de Mérida.
Con arranque, amistad y calor
De los montes de Cantabria

LA GUERRA ROMANA
I Parte:
Suelo amurallado de verde primor.
Una tierra enfurecida contra Roma.
Señalando la frontera en el tiempo.
Luchando por su libertad salvaje.
Sumida en misterios y magnetismo.
Con tus montes y valles profundos.
Esta por la fuerza de Roma acosada.
Como el poder del rayo en la tormenta.
Celosa paladina de los altos poblados.
Enfurecida por las legiones extrañas.
Protegida con los dioses de montaña.
Por la mandrágora y por las piedras.
Selva orgánica de bosques y verdor.
Por querer ser libre, estas enfurecida.
Sangrando por la ira están tus hijos.
Verde sangre en bosques profundos.
En los altos montes, entre los valles.
Sabe bien luchar y morir el cántabro.
Entre grises escajos y los robledales.
Con limpias lágrimas de la alborada.
Ellos son tus hijos, Astur el poderoso.
Herdo el pensador, Lupo, el guerrero.
A todos los veneran en las Barcenas.
Por la recóndita fuerza de su hombría
Al ser auténticos hijos de la montaña.
Astur ligero como un druida volador.
Galopa solitario en la verde negrura
Montando sobre su animoso caballo,
Galopa raudo como si fuese viento.
Mientras el sol brilla en las alturas.
Fundiendo la bruma en la mañana.
La muerte se esconde en las colinas.
Por la voracidad de la loba romana.
Tus hombres, mueren por tú tierra.
Arropados con la luz de tú verdura.
Con las caricias de adiós a la vida.
Al morir en liza queman su cuerpo.
Con sus ritos y su canto a la muerte.
Entre sonidos de cuernas y aduces.
Devolviendo a la tierra la materia.
Que buitre alguno tocara su carne.
Que bestia alguna comiera su cuerpo.
Sabían que retornándose en ceniza.
Se fundían con los dioses de la tierra.
Con los sagrados cultos misteriosos.
Contaban sus asombrosas hazañas.
Inmortalizando a todos sus héroes.
Ante el rojo brillo de las hogueras.
Sus leyendas se cuentan en cañadas.
Con ecos repetidos entre las piedras.
En acompasadas y rituales cadencias.
Ceremonias profundas en la distancia.
Con las danzas de monótonos ritmos.
En unos pies desnudos y encallecidos.
Aplastando con ellos hierva sagrada.
Resecos los ojos sin ninguna lagrima.
Así mueren sus fastos y sus hombres.
Sin ninguna lágrima de sus hembras.
Una fiera especie de coraje y pasión.
Hembra muy dura, hercúlea y fuerte.
Cuando el hambre apretujaba la vida.
Vivía sin descanso para sus hombres.
Con la fiereza de la boca hambrienta.
Bebía sangre de la vena del caballo.
Hembra ojeadora igual que el águila.
Envuelta entre una feminidad brutal.
Protegiendo a sus hijos, a su hombre.
En aquellas épocas lejanas de guerra.
Cuando esos grandes buitres girando.
Descendiendo entre el Abrego viento.
Se cebaban en las carroñas romanas.
Devorando todo el Imperio de César.
César el gran dios valedor de Roma.
Acometiendo sus inhumanas guerras.
Amplias cruzadas duras como rocas.
Con su lábaro llamando a la muerte.
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
16 de marzo de 2011


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