SAN MIGUEL DE LUENA

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Historia:

Personaje ilustre: Joaquín Ibáñez de la Corbera y Escalante.

Jefe de escuadra de la Real Armada Española.

Nació en Luena, provincia de Santander, sin fecha.

Sentó plaza de guardiamarina en el departamento de El Ferrol el día quince de abril del año de 1791.

Su bautismo de fuego siendo guardiamarina fueron: el apresamiento de la fragata francesa Hélene, la destrucción de la fragata británica Richmond, la toma de las islas de San Pedro y San Antioco y el apoyo al ejército del Var, éste en el año de 1793.

Ya ascendido a alférez de fragata, embarcado en diferentes buques, realizó varias navegaciones, siendo muchas de ellas por América.

En el mes de mayo del año de 1797, yendo embardo en la corbeta Descubierta navegando en conserva con la de la misma clase Clara, se entabló combate con una británica de 40 cañones, viéndose ésta acosada por dos contrarias, se defendió como brava y aprovechando la noche sin luna se pudo evadir de sus enemigas.

Realizó un viaje a las islas Malvinas, pero su estancia fue breve, pues se puso de inmediato a realizar trabajos hidrográficos, del Río de la Plata y de la ensenada de Barragán.

Ya en guerra con el Reino Unido en el año de 1804 y siendo alférez de navío, se otorgó el mando de una cañonera, cuyo jefe de su división era el brigadier don Cayetano Valdés.

En el combate de Trafalgar iba embarcado en el navío San Juan Nepomuceno, ya con el grado de teniente de fragata, a las órdenes de su comandante el brigadier don Cosme Damián Churruca, cayendo prisionero de los británicos, regresando poco tiempo después a Cádiz, por su brillante defensa del buque, se le ascendió a teniente de navío.

Pasó a mandar las cañoneras números 33 y 34, interviniendo en los combates contra las fuerzas navales británicas, que mantenían el bloqueo del puerto de Cádiz.

En el año de 1808 y en la ocasión del ataque de las cañoneras a la escuadra del almirante francés Rosily, participó hasta que terminó el enfrentamiento con la rendición del almirante y su flota.

A continuación estuvo en varios destinos y viajes, hasta que en agosto del año de 1810 salió hacía Moguer, al mando de la segunda división de tropas expedicionarias del general Lacy.

En el mes de marzo de 1811, acompañaba al general Villavicencio, cuando su falúa dirigía el ataque, que las cañoneras a su mando atacaron a las baterías francesas del Puerto de Santa maría.

Con estas fuerzas, esta vez a las órdenes del general Valdés, contribuyo al éxito de la batalla de Chiclana, por su actuación en este combate y por todos los servicios anteriormente prestados, demostrando su valor se le concedió la Cruz Laureada de Marina.

En 1813, estaba al mando de la goleta Patriota, escoltando a un convoy y al mismo tiempo, llevando los efectos del Colegio de Artillería los traslado a la isla de Mallorca.

Al mando del bergantín Descubridor, en aguas de Cuba, mantuvo un combate con una goleta más fuerte, en las cercanías de Cayo Guinchos, en el canal Viejo de Bahama.

Los ochenta y seis hombres de la dotación del bergantín Descubridor, rechazaron los cinco abordajes que les realizaron los hombres del corsario, que era ciento cuarenta, pero no pudieron hacerse con el bergantín.

El día nueve de octubre del año de 1814, por los méritos contraídos en el combate anterior, fue ascendido a capitán de fragata, además de que a él y toda su dotación se les distinguió con la Diadema Real.

Pasó como era necesario en la época a efectuar diversos cometidos, realizando transportes a los puertos de Cuba y Méjico, persiguió a los corsarios, llevó correos y caudales y continuó con un incesante navegar, pues faltaban buques y había que estar en muchos y lejanos sitios a la vez, esto duró hasta el mes de febrero del año de 1921, en que regresó a España.

Se le destinó como segundo del arsenal de El Ferrol, pero por falta de vista, se le pasó a servicios auxiliares de la Armada, siendo nombrado comandante del tercio naval de Santander.

Al estallar la guerra civil entre carlistas e isabelinos, éste puerto se configuró como base avanzada de las fuerzas navales, que bloqueaban las costas cantábricas.

Ibáñez, como siempre se tuvo que multiplicar, realizando una labor importante, creando de la nada una fuerza de cañoneras, para emplearlas en los desembarcos y embarcos de las fuerzas del ejército.

Por los servicios prestados, se le ascendió a brigadier en el año de 1836 y como recompensa se le distinguió con la Encomienda de Isabel la Católica, la supernumeraria de Carlos III y el hábito de la Orden de Calatrava.

En el año de 1837, fue nombrado comandante general de la provincia de Santander, por el conde de Luchana.

Durante su mando, pasó por amargos y duros problemas, pues eran casi normales las insubordinaciones de algunos de los regimientos que pasaban por aquella provincia, pero una vez más se impuso por sus proverbiales dotes de mando, dirigiéndose a ellos directamente y haciéndoles obedecer.

Por su actuación en estos menesteres y a propuesta del general en jefe del ejército conde de Luchana, se le distinguió con la cruz de tercera clase de la Real Orden de San Fernando.

Continuo en su puesto, de comandante del tercio naval de Santander, por motivos de salud y a instancias suyas, fue relevado de los demás cargos.

El diecisiete de noviembre del año de 1843, fue ascendido a jefe de escuadra, quedando en esta capital sin destino.

Falleciendo en Santander el veinticuatro de septiembre de 1852.



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