.. Cruce la braña El Moral,
con nieve hasta la cintura,
mi madre estaba esperando,
era una noche muy cruda.
Así cantaba un mozucu,
de Valdeiguña o Pedredo,
trabajando en una obra,
lejos de esos bellos pueblos.
Me decía aquel chaval,
montañés de pura cepa,
admirador de pastores,
de vacas, yeguas y ovejas,
amante de tradiciones,
de costumbres y leyendas,
"Los mozucos de estos valles
se hacen hombres de promesa."
Me decía aquel chaval
que había llegau el tardíu,
un otoñu suave y buenu
y las sus vacas no habían bajau,
estando cerca el inviernu.
Preocupau una mañana
cogí zurrón, palu y perru
y traspuse monte arriba
en cuenta de volver luego.
Apuntaba el sur en el valle,
vientu ábrigu y alladeru,
pero arriba en la montaña,
estaba muy feu el cielu.
El Moral esta muy altu,
me decía yo pa´dentro,
y las vacas han barruntau
que el día es de claru inviernu,
y habrán cogio algún senderu
de esos que bajan pa´Cieza
en lugar de pa´Pedredo.
Pero al no ver yo pisas
de algún rastru fiaderu,
subí corriendo a la braña,
pues era muy friu el vientu.
A mi me daba de espaldas,
norte puru, puñeteru,
que me había acurriau las vacas
allá de entre unos acebos,
que daban vista a los Tojos,
refugiu muy placenteru.
De prontu bajó una nube,
con tormenta y rasu vientu
y empezó a granizar fuerte.
Yo prontu encontré las vacas
y, con buena ayuda del perru,
las fui subiendo a la braña.
Ya estaba la braña blanca
cuando volví de regreso.
Ya llegando a la ermituca,
casi me atropella un truenu
¡Virginuca del moral
que me mata esta tormenta!
dije yo al salir coriendo.
Me metí en aquel refugio,
temblando de friu y miedu,
y el pobre perrucu miu
no encontraba allí sosiegu.
En mi vida he vistu yo
tales rayos y centellas
y estallar aquellos truenos,
tan rasantes de la tierra.
No tengo miedo a la muerte
si tu así me la deseas,
le decía yo rezando
plegarias que de criucu
me había enseñau mi güela,
lo que temo es por mi madre
que esta delica y enferma,
seguru que ella se muere,
si su hijucu hoy no regresa,
y mi padre es muy viejucu
pa´quedar sin compañera.
Y así, aquella Virgen madre
fue amainando la tormenta
tras de dos horas y media,
media cachaba de nieve
había en la braña aquella.
Yo fui arrimando las vacas
a esas cercanas laderas
y ya me baje tranquilu,
buscando al carretera.
Y ya, cerca de mi pueblu,
aunque ganas no tuviera,
lance una tonada al aire,
pa´consolar al que espera.
... Y yo ya encontré las vacas,
vengo feliz y contentu
que la Virgen de Moral
me salvo de aquel infiernu.
Que buena es la Virgen
que hay en el Moral,
que a los ganaderos
siempre a de amparar...
con nieve hasta la cintura,
mi madre estaba esperando,
era una noche muy cruda.
Así cantaba un mozucu,
de Valdeiguña o Pedredo,
trabajando en una obra,
lejos de esos bellos pueblos.
Me decía aquel chaval,
montañés de pura cepa,
admirador de pastores,
de vacas, yeguas y ovejas,
amante de tradiciones,
de costumbres y leyendas,
"Los mozucos de estos valles
se hacen hombres de promesa."
Me decía aquel chaval
que había llegau el tardíu,
un otoñu suave y buenu
y las sus vacas no habían bajau,
estando cerca el inviernu.
Preocupau una mañana
cogí zurrón, palu y perru
y traspuse monte arriba
en cuenta de volver luego.
Apuntaba el sur en el valle,
vientu ábrigu y alladeru,
pero arriba en la montaña,
estaba muy feu el cielu.
El Moral esta muy altu,
me decía yo pa´dentro,
y las vacas han barruntau
que el día es de claru inviernu,
y habrán cogio algún senderu
de esos que bajan pa´Cieza
en lugar de pa´Pedredo.
Pero al no ver yo pisas
de algún rastru fiaderu,
subí corriendo a la braña,
pues era muy friu el vientu.
A mi me daba de espaldas,
norte puru, puñeteru,
que me había acurriau las vacas
allá de entre unos acebos,
que daban vista a los Tojos,
refugiu muy placenteru.
De prontu bajó una nube,
con tormenta y rasu vientu
y empezó a granizar fuerte.
Yo prontu encontré las vacas
y, con buena ayuda del perru,
las fui subiendo a la braña.
Ya estaba la braña blanca
cuando volví de regreso.
Ya llegando a la ermituca,
casi me atropella un truenu
¡Virginuca del moral
que me mata esta tormenta!
dije yo al salir coriendo.
Me metí en aquel refugio,
temblando de friu y miedu,
y el pobre perrucu miu
no encontraba allí sosiegu.
En mi vida he vistu yo
tales rayos y centellas
y estallar aquellos truenos,
tan rasantes de la tierra.
No tengo miedo a la muerte
si tu así me la deseas,
le decía yo rezando
plegarias que de criucu
me había enseñau mi güela,
lo que temo es por mi madre
que esta delica y enferma,
seguru que ella se muere,
si su hijucu hoy no regresa,
y mi padre es muy viejucu
pa´quedar sin compañera.
Y así, aquella Virgen madre
fue amainando la tormenta
tras de dos horas y media,
media cachaba de nieve
había en la braña aquella.
Yo fui arrimando las vacas
a esas cercanas laderas
y ya me baje tranquilu,
buscando al carretera.
Y ya, cerca de mi pueblu,
aunque ganas no tuviera,
lance una tonada al aire,
pa´consolar al que espera.
... Y yo ya encontré las vacas,
vengo feliz y contentu
que la Virgen de Moral
me salvo de aquel infiernu.
Que buena es la Virgen
que hay en el Moral,
que a los ganaderos
siempre a de amparar...