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LUEY: Pasamos a una iglesia concreta; no la de otra nación,...

Pasamos a una iglesia concreta; no la de otra nación, la de otro pueblo, sino la nuestra: la de Luey.
Es un edificio señorial construida en piedra, en la que destacan tres partes: 1º. El atrio cubierto. Lo realizó, así como lo vemos ahora, Don Julián Ojeda, Claretiano, que estuvo de párroco al menos un año, en la década de los 90. Es el paso previo al ingreso a la Iglesia. Allí, con unos poyos de obra para sentarse, suelen entretenerse los que van temprano a participar del culto. Se habla y se comenta; es el primer encuentro. Diríamos el encuentro horizontal: con los hermanos en la fe.
Esta es la misión propia del atrio en cualquier iglesia. Es como para indicar que a partir de ahí quedan separados dos ambientes diferentes: uno sacro, al que se accede por la puesta que está en la pared de ingreso al del templo; otro profano, del que venimos cada uno: nuestra casa, el deporte, el mercado, etc. Es lógico que allí, al encontrarnos con los paisanos, mantengamos las conversaciones de los lugares y actividades de donde venimos. Pero cuando atravesamos la puerta de entrada al templo, dejamos esos temas y, -como los musulmanes que dejan los zapatos a la puerta-, nosotros dejamos (¡deberíamos dejar!) esas conversaciones para tomar conciencia de que “la tierra que pisamos es sagrada”. Poco a poco lo iremos consiguiendo, pero, lamentablemente, en este punto no somos perfectos.
No es fácil. (Continuará)