A la memoria me viene ésta mujer de mirada angelical que emanaba bondad por todos sus poros.
Recuerdo que mi madre le compraba la leche de consumo diario a ella y me mandaba de vez en cuando a recogerla a su casa en una peroluca metálica de aluminio pequeña de unos dos litros y ella siempre me echaba propina. También recuerdo que alguna vez, como crio que era, se me cayó la leche por el camino. Yo acojonado con la segura represalia de mi madre no me atrevía ir a mi casa y volvía a su casa con cara asustadiza y ella con esa mirada que nunca olvidare de bondad y sin más explicaciones me reponía la leche para que mi madre no me reprendiera y por supuesto sin coste suplementario, no os podéis imaginar cuanto yo agradecía esos gestos. La tenía un cariño muy especial. También recuerdo su generosidad cuando terminaba mis vacaciones y me iba a despedir de ella para volver (con ninguna gana por mi parte) al internado del Colegio de huérfanos de Suances. Ella siempre me daba un dinerillo que agradecía un montón porque me servía para la compra de algunos caprichucos cuando teníamos oportunidad en aquel internado de malos recuerdos, ya que la pobre de mi madre poco podía aportar. En el trato que tenía tan sano y autentico no se asomaba ni un rasgo de artificialidad, generaba mucha confianza. Siempre estará en mi galería mental de ilustres. El queso lo hacía como nadie. Habré probado quesos desde entonces, pero ninguno ha logrado el sabor textura y riqueza que ella conseguía.
También un recuerdo muy especial para Teresu hija de Ciunitu y prima carnal mía, mujer silenciosa y trabajadora como pocas, jamás la he visto parada, siempre estaba haciendo algo, ¡qué capacidad de trabajo! Ella desde bien joven llevaba la casa mimando a los suyos y yo creo que al día de hoy sigue en la misma línea.
¡Teresu, por favor, para yaaa, que ya está bien, que trabajen otros, entre ellos mi prima preferida, que siempre la has tenido muy mimada y ya no es una niña, que tiene cincuenta y tantos como yo, leches ¡!
Un abrazo grata familia.
Recuerdo que mi madre le compraba la leche de consumo diario a ella y me mandaba de vez en cuando a recogerla a su casa en una peroluca metálica de aluminio pequeña de unos dos litros y ella siempre me echaba propina. También recuerdo que alguna vez, como crio que era, se me cayó la leche por el camino. Yo acojonado con la segura represalia de mi madre no me atrevía ir a mi casa y volvía a su casa con cara asustadiza y ella con esa mirada que nunca olvidare de bondad y sin más explicaciones me reponía la leche para que mi madre no me reprendiera y por supuesto sin coste suplementario, no os podéis imaginar cuanto yo agradecía esos gestos. La tenía un cariño muy especial. También recuerdo su generosidad cuando terminaba mis vacaciones y me iba a despedir de ella para volver (con ninguna gana por mi parte) al internado del Colegio de huérfanos de Suances. Ella siempre me daba un dinerillo que agradecía un montón porque me servía para la compra de algunos caprichucos cuando teníamos oportunidad en aquel internado de malos recuerdos, ya que la pobre de mi madre poco podía aportar. En el trato que tenía tan sano y autentico no se asomaba ni un rasgo de artificialidad, generaba mucha confianza. Siempre estará en mi galería mental de ilustres. El queso lo hacía como nadie. Habré probado quesos desde entonces, pero ninguno ha logrado el sabor textura y riqueza que ella conseguía.
También un recuerdo muy especial para Teresu hija de Ciunitu y prima carnal mía, mujer silenciosa y trabajadora como pocas, jamás la he visto parada, siempre estaba haciendo algo, ¡qué capacidad de trabajo! Ella desde bien joven llevaba la casa mimando a los suyos y yo creo que al día de hoy sigue en la misma línea.
¡Teresu, por favor, para yaaa, que ya está bien, que trabajen otros, entre ellos mi prima preferida, que siempre la has tenido muy mimada y ya no es una niña, que tiene cincuenta y tantos como yo, leches ¡!
Un abrazo grata familia.