Decorado de cine.
La réplica que se hizo del Foro romano para la película de Samuel Bronston. La caída del Imperio romano (1964) ostenta el récord Guinnes como mayor decorado de la historia del cine.
El foro, del siglo II, se construyó en un terreno de Las Matas (Madrid) de 22,25 hectáreas, con unas dimensiones de 400 por 230 metros. Se necesitaron 1.100 obreros que emplearon siete meses en levantar la fachada del foro, para la cual se necesitaron 170.000 bloques de cemento, 6.7053 metros de escalera, 601 columnas y 350 estatuas, así como otros 27 edificios de tamaño real.
Estos decorados se reutilizarlo después para el musical Golfista de Roma. Fue una lujosa superproducción que contó con un deslumbrante plantel de actores y una elaborada trama histórico dramatica, coescrito por el guionista Philiph Jordan, aderezada con intrigas, batallas, romance y acción. A esto se sumaba la brillantez y el reconocimiento de Anthony Manny como narrador y los recursos económicos, en esos años aparentemente ilimitados, de los que hacía gala el productor Samuel Bronston.
A pesar de todo, no alcanzó los éxitos económicos y de crítica que se esperaban.
La réplica que se hizo del Foro romano para la película de Samuel Bronston. La caída del Imperio romano (1964) ostenta el récord Guinnes como mayor decorado de la historia del cine.
El foro, del siglo II, se construyó en un terreno de Las Matas (Madrid) de 22,25 hectáreas, con unas dimensiones de 400 por 230 metros. Se necesitaron 1.100 obreros que emplearon siete meses en levantar la fachada del foro, para la cual se necesitaron 170.000 bloques de cemento, 6.7053 metros de escalera, 601 columnas y 350 estatuas, así como otros 27 edificios de tamaño real.
Estos decorados se reutilizarlo después para el musical Golfista de Roma. Fue una lujosa superproducción que contó con un deslumbrante plantel de actores y una elaborada trama histórico dramatica, coescrito por el guionista Philiph Jordan, aderezada con intrigas, batallas, romance y acción. A esto se sumaba la brillantez y el reconocimiento de Anthony Manny como narrador y los recursos económicos, en esos años aparentemente ilimitados, de los que hacía gala el productor Samuel Bronston.
A pesar de todo, no alcanzó los éxitos económicos y de crítica que se esperaban.