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CORNELLANA: UN recordatorio NACIO EN SUBURRIBA-CORNELLANA-SALAS-ESPAñA...

UN recordatorio NACIO EN SUBURRIBA-CORNELLANA-SALAS-ESPAñA
A DIOS LO QUE ES DE DIOS Y AL CESAR LO DEL CESAR

Jaime Menéndez Fernández, "EL CHATO", nace el 25 de Junio de 1901 en Sobrerriba, Cornellana, municipio de Salas (Oviedo),
Cornellana se acuerda de su paísano nombrándolo hijo predilecto. Casi 40 años después de su muerte,

El asturiano Jaime Menéndez fue el primer periodista español en The New York Times y una pluma influyente en la España republicana.
Si alguien teclea en un buscador de internet el nombre de Jaime Menéndez Fernández lo primero que encuentra es la página web que un nieto ha dedicado a la memoria de su abuelo, tratando de rescatar su vida del olvido. Este joven pretende dar a conocer la historia de Jaime El Chato , el primer periodista español que trabajó en The New York Times, el último director del diario El Sol antes de la guerra, el contertulio habitual del Café Gijón, el hijo predilecto de Cornellana (Salas). Su biografía, al igual que la de muchos intelectuales del siglo pasado, es mitad aventura, mitad lucha; una ruta trazada con unos firmes principios y por un ideal político y social. La vida de El Chato quedará expuesta dentro de unos días en el salón de actos de Veiga, en el concejo natal del homenajeado.

El nieto, que también responde por Jaime Menéndez, ha conseguido reunir y conservar gran cantidad de imágenes y publicaciones que ilustran la trayectoria vital de su abuelo. Además de la página web y de las exposiciones, ha contactado con colectivos que tratan de recuperar la memoria histórica de la Segunda República para que le acompañen en el camino que acaba de emprender.

Material no le falta, porque la biografía de Jaime Menéndez incluye multitud de avatares. Nacido en 1901 en Cornellana, era hijo del maestro de escuela de la localidad. Un día su compañera de pupitre le puso la zancadilla, el pequeño Jaime cayó y se rompió la nariz, ganándose para siempre el sobrenombre del El Chato . Las necesidades económicas le obligan a emigrar a La Habana con varios de sus hermanos. Allí se licencia en periodismo mientras trabaja en unos grandes almacenes propiedad de otro asturiano. De forma autodidacta aprende inglés, francés, alemán e italiano. Su talento le permite dar el salto a Nueva York, donde completa su formación y trabaja en un diario latino. En 1928 entra en la sección de deportes del periódico The New York Times. Su habilidad con la pluma impulsa su fulgurante carrera y en apenas unos meses da el salto al área de política internacional de la mano de Herbert L. Matthews. Aunque él todavía no lo sabía ese contrato iba a suponer su regreso a España.

En 1932 llega a Madrid para realizar reportajes sobre la situación política e ingresa en la agrupación profesional de periodistas. Un año después el Gobierno de la República le envía a Alemania para observar de cerca Hitler. Conoce personalmente a Goebbels. Sus familiares todavía le recuerdan contando el escalofrío que recorrió su cuerpo cuando se estecharon las manos. El material que recopiló en aquella expedición dio origen a numerosos artículos y publicaciones.

A su regreso, frecuenta habitualmente las tertulias del Café Gijón y de la Residencia de Estudiantes y entra en contacto con grandes personajes de la época como Antonio Machado, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Federico García Lorca, Ernest Hemingway, Gabriela Mistral o María Zambrano. También incrementa sus relaciones políticas con Santiago Carrillo. Trabaja en las publicaciones de referencia como Política, Mundo Obrero, Leviatán o El Sol, periódico que dirige justo antes de la guerra. Además fue corresponsal de Associated Press.

En el año 1939 es apresado por el ejército de Franco mientras esperaba en Alicante por aquel barco soviético que nunca llegó a atracar. Se salvó de un fusilamiento porque mientras cumplía condena de 20 años de prisión otros fueron a buscarle a casa para cumplir una pena de muerte que le habían impuesto.

Madrid le acoge definitivamente en 1957, fecha en la que se inscribe en el centro asturiano y en el que Manuel Fraga Iribarne le contrata para la revista Política Internacional. El tiempo se convierte en su bálsamo. Recuperado el prestigio profesional, llega el reconocimiento personal: Cornellana se acuerda de su paísano nombrándolo hijo predilecto. Casi 40 años después de su muerte, Salas acoge esa exposición que trata de recuperar la memoria de un luchador que peleó con la pluma.
Susana de. Machargo - La Voz de Asturias - 16/09/2006.