El Cristo de las Mieles y su escultor, Antonio Susillo Fernández. Nació en 1855 y se crió en la Alaméda de Hércules (Sevilla), en donde siendo niño y jugando con el barro que dejaron las lluvias se puso a moldear una figura. Casualmente pasaba la Infanta Luisa Fernanda de Orleans y fascinada decidió amadrinar y costear sus estudios en Roma y Paris. Fue muy respetado en toda Europa y como no, en nuestra Sevilla dejó su sello. Pero con el tiempo y su segundo matrimonio, vino el declive y estando en la más absoluta ruina... recibió un encargo de tallar una imagen de bronce para el Cementerio de San Fernando. Intentando comenzar de cero, se sumergió de lleno en el proyecto, pero al terminar, cuál fue su decepción al comprobar que la pierna izq. del Cristo pisaba la drcha. justo al contrario de lo que dice Sagradas Escrituras. Tal error no pudo asumirlo y se quitó la vida. Después de 30 años, a petición de los sevillanos y ya por fin con la autorización de la iglesia (pues el suicidio no lo acepta la fe católica) y el Ayuntamiento, su cuerpo descansa bajo la imagen que él realizó.
Todo toma normalidad hasta que el Cristo empieza a llorar lágrimas no de agua salada, sino de miel. El mismísimo Vaticano tuvo que investigar tal milagro, llegando a la conclusión que las abejas habían formado una colonia en el interior de la imagen que estaba hueca. Desde entonces se le conoce como el Cristo de las Mieles.