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JIMENA: La parte más antigua de Jimena se arracima en un saliente...

La parte más antigua de Jimena se arracima en un saliente jalonada por la torre del castillo. Tiene su foro público en la plaza de la Constitución, centrada por un pilar con cuatro caños de hierro, que aquí el agua es protagonista, y adornada por las fachadas del Ayuntamiento y la espigada Torre del Reloj. Desde la plaza se ramifica un cautivador laberinto de calles y plazuelas que retienen todo el sabor del urbanismo andalusí. Una atmósfera de intimidad y sosiego envuelve al paseante a lo largo de esta trama de cuestas y callejas estrechísimas, de perspectivas cerradas, quiebros y rincones. Entre viviendas populares típicas de la arquitectura serrana –fachadas lisas y encaladas, de tres alturas bajo el alero de los tejados– salen al paso la iglesia de Santiago, y venerables casas solariegas, como la de la calle Iglesia, de 1713, con portada de piedra y ventana central con artística reja de forja. Un ambiente tradicional en el que todavía subsisten labores artesanas como la cestería de mimbre, datada en la comarca desde época musulmana.

Tan sugerentes como las calles de Jimena resultan sus alrededores. El ascenso hasta la Cueva de la Graja, que sobrevuela Jimena desde los cortados, conduce a un monumento histórico poco usual, un abrigo rocoso donde se observan pinturas con grupos de figuras humanas y de animales de corte esquemático trazadas en tonalidades rojas. Descubiertas en 1902, forman uno de los conjuntos más interesantes del arte prehistórico de la Península, datables en el tercer milenio a. C. Otro enclave indispensable cercano a la localidad es el paraje de Cánava, el frondoso reducto de verdor con un manantial al pie de la sierra donde se sitúa el santuario de la patrona, la Virgen de los Remedios. Olivos, higueras, almendros, palmeras, álamos, un bosquete arrullado por el agua, sombrea la ermita, sencillo edificio construido en 1910 con espadaña y camarín en el interior. Ladera arriba, hacia las crestas dominadas por los picos del Aznaitín, se alcanzan las formaciones calcáreas con vegetación mediterránea del Lanchar. El aire puro y las fantásticas vistas recompensan con creces la excursión hasta estas dehesas y pastizales en el regazo de Sierra Mágina. A partir del Lanchar, las paredes rocosas se remontan hasta los 1.700 m. acompañadas por el vuelo de grajillas, cernícalos y otras rapaces, un sector que ya forma parte de los espacios protegidos del Parque Natural de Sierra Mágina. En el interior del macizo pueden visitarse también las localidades de Torres y Albánchez de Mágina, conectadas por gratificantes trayectos de montaña.

Junto a estos paisajes proliferan los lugares de connotaciones históricas. En la zona oriental del término se señalan los restos del castillo medieval de la Fuente del Moro. En el cerro Alcalá, en el espolón más avanzado de la sierra, afloran los restos de un poblado ibérico establecido en el siglo VI a. C. al que se superpuso una ciudad romana amurallada en todo su perímetro. En la campiña, sobre un peñón al lado del río de Torres, se localizaba, por último, el castillo de Recena, que fue donado a la ciudad de Baeza por Alfonso X en 1254.

(Las Rutas del Legado Andalusí)