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JIMENA: LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL NO OS ABANDONO....

LOS DOMINGOS POR LA TARDE, PESE AL FÚTBOL NO OS ABANDONO. (Por Luismarín)

FIN DEL VIAJE: EL VALLE DEL TERA Y “EL OJO DE DIOS”.

Un poco después de que la nueva mañana se viera iluminada por las primeras luces del día, la actividad que reinaba en la casa, era un claro ejemplo de lo que todos teníamos en mente, esa tarde, después de reposar un poco la comida dominical, habría que recorrer el camino inverso (esta vez sin paradas) que trazamos el viernes. Antes del desayuno, habíamos recogido todo y el equipaje descansaba sobre las camas recién hechas. En la misma mesa de la cocina esbozamos el plan a seguir y su itinerario. Dado que estábamos en el corazón del Valle del Tera, habíamos dejado para el último día la misión de conocer (al menos en mi caso) parte de su geografía y alguno de los diversos pueblos y aldeas que lo integran. Llegaríamos hasta Santa Marta de Tera para visitar su Iglesia, que constituye uno de los principales valores históricos y artísticos del patrimonio cultural de la provincia de Zamora. Antes, sin muchos miramientos, echaríamos una ojeada a todo lo que fuera posible dentro del poco tiempo disponible. El coche arrancó con el GPS en funcionamiento por si le fallaba la memoria al conductor.

El rio Tera, que da nombre al Valle, es un afluente del Esla, que a su vez se incorpora al Duero por su derecha. Nace en la Sierra de Vigo, por encima del Lago de Sanabria y recorre casi 140 km antes de sumar sus aguas al citado Esla (lo hace a la altura de Bretocino). Riega una cuenca de más de 2.400 Km cuadrados y tiene como afluentes al río Negro, al Regato de Llanes o rio Truchas, al río Castro y al río Valdalla que forma el embalse de Valparaiso.

Los pueblos del Valle que utilizan como sufijo el nombre del río son los siguientes: Abraveses, Aguilar, Cabañas, Calzada, Calzadilla, Camarzana, Junquera, Melgar, Micereces, Olleros, Pumarejo, Santa Croya, Santa Marta, Santibañez y Sitrama de Tera (al igual que todos los anteriores).

Calzada de Tera, nuestro pueblo de acogida, apenas llega a los 150 habitantes. Se extiende en dos filas de casas a cada uno de los bordes de la carretera que ejerce de Calle Principal. Como en tantos otros pueblos, su zona de expansión se localiza en las antiguas Eras. Numerosas casas de moderna construcción puntean estos parajes. Por aquí pasaba la Antigua Vía Augusta XVII, que unía Astorga con Braganza, por donde los romanos transportaban el oro de las Médulas de Orense hasta el Atlántico. Se han encontrado mosaicos muy bien conservados dentro del casco urbano. Los días que baja el nivel del agua del río se pueden observar los “pilotes” de piedra y madera que, en aquellos años, sujetaban el Puente que comunicaba con la otra orilla donde se encuentra Calzadilla de Tera. Después de muchos años de luchas vecinales, se consiguió la construcción de un nuevo puente que fue bautizado como “El Puente del Oro”. A la entrada de Calzada se puede observar un “mojón” donde aparece grabada en la piedra VIA XVII.

Por esta calzada, circulaban las tropas romanas de la Legio X Gemina, tenían su campamento en el no muy lejano “Valle de Vidriales”. Este asentamiento tuvo enorme importancia en las guerras de los Legionarios Romanos contra Astures y Cántabros. Desde allí se controlaban las rutas que comunicaban esta zona con “Gallaecia”, con el resto del Valle del Duero y con la Provincia Lusitana. Con el tiempo, y al constituirse como una base permanente, el antiguo campamento se convirtió en la ciudad romana de Petavonium (desde hace algunos años se están realizando en este lugar permanentes estudios arqueológicos). El recinto tenía forma rectangular y estaba protegido por un foso con agua. Se conservan restos de las puertas principales y se han encontrado cientos de monedas de los siglos I al IV. Así mismo, ha sido desenterrado un importante arsenal y restos de cerámicas y ladrillos con el sello (figlinae) del cercano e importante alfar de Melgar de Tera.

Después de este repaso de breves apuntes históricos y antes de cruzar por “El Puente del Oro”, nos detuvimos un momento en el “Molino de Esmeraldo”. Está situado en las afueras de Calzada, en la orilla izquierda del Tera. En el viejo y amplio complejo de edificaciones que albergan al molino (algunas ruinosas), se observan reformas recientes y de épocas anteriores, parece ser que el molino inicial fue construido por los romanos para moler los cereales de los que se alimentaban las tropas que circulaban por la Vía XVII. La amplia sala en la que se encuentra lo que es propiamente el corazón del molino, está muy deteriorada. En ella, todavía permanecen en pie cinco “torvas”, aunque solo funciona una. La fuerza del agua del rio Tera, por esta zona, es suficiente para mover las cinco torvas y muchas más que hubiera. Tuvimos suerte y Esmeraldo estaba moliendo esa mañana. Pudimos ver como el agua movía los engranajes que a su vez hacían girar las piedras circulares. La piedra de abajo se llama “solera” y permanece anclada. La piedra superior, que es móvil y de forma semejante a la de abajo se llama “volandera”. Ambas tenían de diámetro sobre un metro y medio. Las piedras se tallan con un dibujo diferente según lo que se vaya a moler sea trigo y cebada, o maíz, o centeno. Esmeraldo, tenía varias de diferente tallado en la trasera de la casa. El grano se vierte por un agujero central de la volandera y la harina sale por los bordes. Una vez molido el grano se utiliza el “cernedor”. Este, es un cilindro con varias secciones de malla de cedazo, cada una con un tamaño de paso distinto, que se hace girar mientras la harina pasa por su interior, dejando pasar cada sección harina de mejor calidad (harina de flor) a peor y finalmente el salvado o “afrecho”, que es la cascarilla del grano molido. En esta ocasión, tocaba moler maíz. En los años del hambre, se tuvo que recurrir a fabricar el pan con esa áspera harina de maíz, es de un color blanco “sucio” y el pan que se hace con ella se le conoce como “pan de borona”, poco grato para paladares delicados.

Durante nuestra estancia en el molino, Esmeraldo llenó a rebosar de esa “basta” harina un amplio saco de más de 80 kg. Como tenía curiosidad por su nombre, le pregunté. Aprovechó mi interés en el tema para contarme los usos de esta zona y hasta hace unos años, también en comarcas del fronterizo León. A la hora de imponer nombre a los retoños, cuando ya se había cubierto (con los primeros), el cupo abuelo-abuela o padre-madre, se recurría al Santoral y de los nombres que figuraban en ese día, por muy enrevesados que fuesen los nombres de los santos, se escogía el elegido. De esta forma, Esmeraldo, que nació el 8 de agosto, como a sus padres les gustó Santa Esmeralda, masculinizaron a la Santa y lo transformaron en Esmeraldo. Me dijo que, aunque se cachondearon de él en su niñez, hubiera sido peor que le hubieran puesto Mirón, Ternacio o Largo, que también celebran su día en esa fecha. Ya os he hablado de Almaquio, la pareja de tute de Antolín (nacidos los dos en el 2 de septiembre), sus padres, también tuvieron estas opciones para nombrarlos: Agrícola, Brocardo, Concordio, Diómedes, Eleazar, Elpidio, Maine o Teódoto. Si algunos conocéis la extensa obra del escritor leonés Luis Mateo Díez, ya no extrañaréis el increíble repertorio de nombres con los que bautiza a los habitantes de su imaginario Reino de Celama.

SIGUE)