FUENSANTA DE MARTOS: DESDE MI ATALAYA...

DESDE MI ATALAYA
LA FUENTE DE LOS HORNOS
En mi juventud la Fuente de los Hornos era el lugar destinado para la celebración de la Pascua. Por aquella época la celebración duraba tres días y en aquel recinto de la Fuente de los Hornos, que entonces era practicamente un descampado, se montaban algunos tenderetes donde vendían bebida, y algunas chucherías para los pequeños, alguna escopetilla de aire comprimido para tirar a la diana con unas pequeñas flechas, a modo de dardos, que instalaba siempre un amigo mío que era Espinosa, de la familia de los pollos y cuñado de Aurelio el carpintero, que no recuerdo su nombre y que marchó a Barcelona donde espero goce de buena salud y desde aquí le mando un saldo muy cariñoso. Se que su madre era de nuestra familia con lo cual me unía a él, además de la amistad, porque estaba conmigo en la escuela, ese pequeño lazo de parentesco.
Pero lo que si recuerdo, y ahora casi con un poco de vergüenza ajena, es que había otras atracciones más sangrientas que hoy estarían totalmente prohibidas y que consistían en enterrar en el suelo animales, pollos o conejos, a los cuales se les dejaba fuera solo la cabeza y aquello se convertía en un juego macabro que consistía en pagar para con los ojos tapados y un palo en la mano, estar un determinado tiempo intentando localizar al animal enterrado de forma que si lo conseguías el animal era muerto a estacazos y el jugador se llevaba la pieza a su casa para comérsela con arroz o con tomates. La verdad es que era una salvajada pero aquellos eran unos tiempos en los que ni por desgracia las personas tenían muchos derecho humanos, así que los animales imaginaros la protección que tenían.
A esta fiesta solíamos ir los niños, lo jóvenes y también los mayores, para comer el hornazo y para echar una tarde al aire libre con la familia pero eso hizo que se montara en aquél paraje lo que llamaríamos las fiesta como negocio, la explotación de el lugar y la festividad para sacar de alguna forma unas perras para casa.
En este sentido yo tengo una anécdota que nos sucedió, a mis amigos y a mí, uno de estos días de la fiesta de Pascua. Era frecuente también celebrar rifas y una tarde cuando subíamos hacia la feria había un feriante rifando un jamón por el sistema de las cartas de la baraja. Vendía las cartas y después se utilizaba la baraja para determinar mediante un corte la carta que salía premiada.. Como éramos una pandilla de ocho o diez amigos pensamos comprarle toda la baraja al vendedor y así asegurarnos el premio. Y cuando estábamos haciendo el trato se metió un crío por medio y pidió una carta. Nosotros dijimos, dásela hombre que por una no creo que pase nada. Y pasó porque a continuación al realizar la rifa mira por donde fue a salir la sota de bastos que era precisamente la que había comprado el niño. Así que nosotros nos quedamos sin el preciado premio.
Qué tiempos aquellos, cuanta incultura, cuanta miseria, en todos los sentidos, pero ahí están en nuestros recuerdos y para nosotros fue nuestra vida, una vida que pudo ser mala pero que ahora desde la distancia nos parece mejor, al fin y al cabo es nuestra vida.