CHOZAS: Esta pequeña aldea, que se adentra en el verdor espeso...

Esta pequeña aldea, que se adentra en el verdor espeso de los olivares, como si por un designio irremediable del azar buscase un rincón tranquilo donde desaparecer, está herida de muerte. Apenas una o dos familias la habitan asiduamente y sólo en los meses de la aceituna se repuebla interinamente con un puñado de jornaleros foráneos que, a pesar de no sentir el arraigo de los nativos, dan vida por unos meses a este lugar casi desahuciado. También es normal encontrar algún vecino, hijo o nieto de Las Chozas, descansando aquí unos días del trasiego urbano. Vuelven a la casa familiar, que mantienen con decoro y no pocos esfuerzos aferrándose a sus orígenes, a su patria chica, a su "matria", luchando contra el olvido y la extinción de su propio pasado. Es el caso de mis abuelos, de mi madre, de sus hijos y sus nietos que ya encavaron sus raíces en otras latitudes pero que resisten, resistimos, al desarraigo. Aunque se halla en un estado lamentable debido al abandono, Las Chozas son nuestra herencia; hagamos lo posible para que jamás desaparezcan del todo. Los lugares, así como las personas, siguen existiendo mientras alguien los recuerde. Choceros, si leéis esto, estéis donde estéis, recibid un cordial saludo de Mario Bueno Alarcón, bisnieto de Avelina "la tejera", nieto de María Cuadros y Ramón Alarcón, hijo de Manuela Alarcón Cuadros y Francisco Bueno Gutiérrez, amigo vuestro mientras recordéis nuestros orígenes. ¡Viva Las Chozas!