Quiero plasmar con la poesía de D. Antonio Perejil Delay, de su libro “Regreso a los paraísos de la cal”, nuestra añoranza por este rincón.
Esperanza y Antonio. (Canovelles, Barcelona 13-01-2009)
FUENTE DE LA GRANADA
Ya no lavan las muchachas
de La Granada en la fuente,
ni acarrean el agua en cántaros
lo mismo que antiguamente
tatareando las coplas
que cantaban Los Valientes
durante noches enteras,
en la Plaza y al relente.
Ya no lavan las muchachas
En el aljibe, ni tienden
la ropa sobre las piedras
para que el sol las oree.
Ahora, el agua cristalina
va cayendo mansamente
sobre las piedras gastadas
de la centenaria fuente;
y solo una cruz de hierro
es testigo permanente
de este manantial sonoro
que estuvo aquí desde siempre
La fuente de La Granada,
llora lágrimas ausentes
porque se ha quedado sola
y en sus aguas ya no beben
los humildes campesinos
ni aquellas sedientas reses
que volvían a las majadas
cada tarde a recogerse.
Ya no lavan las muchachas
de La Granada en la fuente,
ni llevan en sus cabezas
esos cántaros que siempre
hacían un agua fresquísima
en los calurosos meses
de Junio, Julio, Agosto
y gran parte de Septiembre
Antonio Perejil Delay
La Alfilla, 2-10-2001
Esperanza y Antonio. (Canovelles, Barcelona 13-01-2009)
FUENTE DE LA GRANADA
Ya no lavan las muchachas
de La Granada en la fuente,
ni acarrean el agua en cántaros
lo mismo que antiguamente
tatareando las coplas
que cantaban Los Valientes
durante noches enteras,
en la Plaza y al relente.
Ya no lavan las muchachas
En el aljibe, ni tienden
la ropa sobre las piedras
para que el sol las oree.
Ahora, el agua cristalina
va cayendo mansamente
sobre las piedras gastadas
de la centenaria fuente;
y solo una cruz de hierro
es testigo permanente
de este manantial sonoro
que estuvo aquí desde siempre
La fuente de La Granada,
llora lágrimas ausentes
porque se ha quedado sola
y en sus aguas ya no beben
los humildes campesinos
ni aquellas sedientas reses
que volvían a las majadas
cada tarde a recogerse.
Ya no lavan las muchachas
de La Granada en la fuente,
ni llevan en sus cabezas
esos cántaros que siempre
hacían un agua fresquísima
en los calurosos meses
de Junio, Julio, Agosto
y gran parte de Septiembre
Antonio Perejil Delay
La Alfilla, 2-10-2001
