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PEDRO MARTINEZ: Leyendas del Albaicín...

Leyendas del Albaicín

Cuenta la leyenda que en la albaicinéra placeta del Almez había una vieja casa en cuyo interior se encontraba un patio medio derruido. En el suelo, cubierto de hierba y musgo destacaba una gran losa brillante de mármol negro a la que se atribuía un poder sobrenatural ya que, ni el esfuerzo de cientos de hombres consiguieron nunca moverla y se contaba entre los vecinos que encerraba un gran tesoro árabe.
En esta casa vivían dos mujeres, una anciana y su nieta de profesión, tejedoras. Las dos oían cada noche, al dar las doce, misteriosos ruidos en la casa que atribuían a las almas en pena de los antiguos moradores que custodian el tesoro.
Una fría noche, las dos mujeres se armaron de valor y justo al dar las doce se asomaron a una estrecha ventanita que daba al patio y allí estaban... unas lúgubres sombras cubiertas de capas negras y cirios amarillos "danzando" alrededor de la losa negra. Pasados unos minutos la piedra empezó a elevarse sola dejando a la vista una escalera subterránea de plata y nácar.
De pronto, vieron aparecer un apuesto joven con lujosas vestiduras bordadas con piedras preciosas y oro. Este salió y desapareció por la oscuridad del patio.
Pasó una hora y aquellas sombras continuaban su "danza" para mantener la piedra elevada ya que si paraban la losa descendía.
Al poco rato el joven volvió y bajo de nuevo por las escaleras no sin antes, agradecer a aquellos entes aquel momento de libertad. Fue, entonces, cuando las sombras cesaron su danza y la losa negra volvió a su sitio tapando la entrada.
Las dos mujeres planearon repetir ellas esa ceremonia, recogieron la cera derretida del patio e hicieron un cirio y a las 12 de la noche del día siguiente la vieja se puso a danzar alrededor de la losa con el cirio encendido y con sorpresa vieron como la piedra se levantaba dejando la entrada abierta.
Fue, entonces, cuando la nieta bajó por la escalera mientras su abuela le gritaba que no se demorara.
El tiempo pasaba y la abuela, exhausta veía como la losa empezaba a descender ya que no podía continuar con la danza. La nieta, abajo, cegada por la avaricia no paraba de coger tesoros y cuando por fin decidió subir cargada de joyas la losa acabo cayendo cerrando la entrada sepultando a la joven.
Los vecinos, extrañados de no ver a las mujeres en tres días, entraron en la casa. Al entrar al patio vieron un montón de cenizas junto a la piedra negra y al examinarlas vieron restos humanos y un pañuelo que siempre llevaba la anciana.
Nadie supo del paradero de la joven, pero, desde entonces, gritos de desesperación emanan cada noche de la losa negra.