LAS SIETE TINAJAS DE ORO
Un día, un barbero, al pasar bajo un árbol, oyó una voz que le decía: « ¿Te gustaría poseer las siete tinajas de oro?». El hombre miró a su alrededor y no vio a nadie, pero su codicia se había despertado y respondió que sí. El fantasma que le habló le dijo que fuese a su casa, que allí las encontraría. Y así fue. En su hogar estaban las tinajas, todas repletas de oro menos una, que estaba solo a medias. El barbero sintió un gran deseo de llenarla, porque de lo contrario no sería feliz. Fundió las joyas de la familia en monedas y las puso en la tinaja, pero no lo logró. Ahorró como un loco, llegando a pasar hambre; se puso a mendigar y ni siquiera cuando el rey le dobló el sueldo llenó la maldita tinaja. El monarca se dio cuenta de su terrible aspecto y le preguntó qué le pasaba. «Cuando tu sueldo era más bajo, eras feliz, y ahora que te lo he doblado, estás destrozado. ¿No será que te han dado las siete tinajas de oro?». « ¿Quién se lo ha dicho», preguntó el barbero. «Tienes los síntomas de la persona a quién el fantasma se las ha dado. Una vez me las ofreció y cuando le pregunté si podía gastarme el oro, se esfumó. Toda esa riqueza es solo para ser atesorada, y lo que hace es producir el deseo de amasar más oro cada día. Vete y devuélvele al fantasma las tinajas. Te darás cuenta de que sin tanta codicia serás un hombre feliz».
Un día, un barbero, al pasar bajo un árbol, oyó una voz que le decía: « ¿Te gustaría poseer las siete tinajas de oro?». El hombre miró a su alrededor y no vio a nadie, pero su codicia se había despertado y respondió que sí. El fantasma que le habló le dijo que fuese a su casa, que allí las encontraría. Y así fue. En su hogar estaban las tinajas, todas repletas de oro menos una, que estaba solo a medias. El barbero sintió un gran deseo de llenarla, porque de lo contrario no sería feliz. Fundió las joyas de la familia en monedas y las puso en la tinaja, pero no lo logró. Ahorró como un loco, llegando a pasar hambre; se puso a mendigar y ni siquiera cuando el rey le dobló el sueldo llenó la maldita tinaja. El monarca se dio cuenta de su terrible aspecto y le preguntó qué le pasaba. «Cuando tu sueldo era más bajo, eras feliz, y ahora que te lo he doblado, estás destrozado. ¿No será que te han dado las siete tinajas de oro?». « ¿Quién se lo ha dicho», preguntó el barbero. «Tienes los síntomas de la persona a quién el fantasma se las ha dado. Una vez me las ofreció y cuando le pregunté si podía gastarme el oro, se esfumó. Toda esa riqueza es solo para ser atesorada, y lo que hace es producir el deseo de amasar más oro cada día. Vete y devuélvele al fantasma las tinajas. Te darás cuenta de que sin tanta codicia serás un hombre feliz».