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PEDRO MARTINEZ: La conquista del fuego...

La conquista del fuego

Cuentan los pieles rojas que hace mucho, pero que mucho tiempo, cuando los hombres podían hablar con los animales y la naturaleza y los coyotes eran amigos de los indios de Norteamérica, los hombres pasaban mucho frío en invierno.
Una leyenda cuenta que existió un joven indio cuyo mejor amigo era un coyote gris que le acompañaba a todas partes. Subía las empinadas montañas y atravesaba ríos. Era un indio ágil y muy observador. En verano campaba feliz por el bosque, pero en invierno, todos los indios se encerraban en cuevas para poder protegerse de la nieve y el frío.
El indio observó a su gente y dijo al coyote:
– Amigo, tú no pasas tanto frío gracias a ese pelaje que tienes. Nosotros nacimos desnudos… y muchos mueren por esta causa. Dime, amigo, ¿sabes tú qué podríamos hacer para evitar esto?
– Lo sé, sé qué puedes hacer, pero es más difícil de todo lo que has hecho hasta ahora– le contestó el coyote.
– Dime qué es y lo haré, no me importa si es peligroso.
– Debes ir a la montaña roja del fuego y tomar un poco.
– ¿Qué es el fuego? ¿Dónde está esa montaña?
– El fuego es como flores rojas pero sin ser flores. Abrasa y se extiende por la hierba. Devora todo lo que encuentra a su paso, como una bestia, pero sin ser una bestia. Es peligroso, y feroz, pero si se le hace una cama de piedras alrededor y se le da de comer ramitas de árbol, se muestra amigo y se vuelve dócil. Si consigues traerlo, tu pueblo podrá resistir en invierno. Conseguirá calentarse y no pasar frío, como si tuvierais un pedacito de sol.
– No tengo miedo. Yo iré. Tú guíame hasta la montaña de fuego y lo traeré hasta aquí- dijo decidido el joven indio.
El indio parte a por el fuego con su amigo el coyote
Y así fue cómo el indio fue a pedir cien hombres a los sabios del lugar y con ellos partió guiado por el coyote hacia la montaña de fuego. Cada uno de los indios se colocó a cierta distancia del siguiente. El coyote les pidió que lo hicieran así para poder pasarse luego el fuego de uno a otro. Cuando llegaron a la montaña, vieron que ascendía hasta las nubes. En lo más alto podía verse una gran capa de humo.
– Espérame aquí- dijo el coyote al indio. Cuando llegue con el fuego, debes correr lo más rápido que puedas. Los espíritus del fuego te perseguirán. Debes darle el fuego al siguiente indio para poder huir a la máxima velocidad.
Y el coyote gris subió con agilidad la montaña. Los espíritus del fuego le vieron, pero al comprobar que estaba flaco y sucio, no pensaron que pudiera ser ninguna amenaza.
Al llegar a la cima, el coyote se escondió, y en un descuido de las llamas, pudo hacerse con una rama encendida. Entonces comenzó a correr montaña abajo, a toda velocidad, con las llamas pisándole los talones. El coyote consiguió llegar, exhausto y algo quemado, hasta el joven indio, quien agarró con fuerza la rama encendida y comenzó a correr hasta el siguiente indio. Y así, uno tras otro, se pasaron la rama encendida, con el fuego persiguiéndoles y avanzando tras ellos. Hasta que llegaron a la zona nevada, a donde el fuego no podía pasar.
La rama encendida llegó entonces hasta el poblado. Le hicieron una cama de piedras, como dijo el coyote, y se turnaron para no olvidar alimentar al fuego con pequeñas ramas. Desde entonces, el hombre tiene fuego y los coyotes adquirieron un color tostado, en recuerdo del valiente coyote que consiguió el fuego para el hombre, a pesar de haberse quemado un poco la piel en el transcurso de tal hazaña.