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PEDRO MARTINEZ: Navidad sin ambiente,...

Navidad sin ambiente,

– Ella nunca ponía el Niño de esa manera -dijo Chelo al sentarse a la mesa.
– Es lo mismo; cámbialo. Ni me di cuenta.
Cati se pasó delicadamente las manos por las mejillas sofocadas.
– Sentaos -dijo.
Raúl y Tomás hablaban junto a la chimenea.
Dijo Chelo:
– Mujer, es lo mismo. El caso es que el Niño presida, ¿no?
La silla crujió al sentarse Raúl, a la cabecera. Elvi rió al otro extremo.
– Deberías comer con más cuidado -dijo-. Yo no sé dónde vas a llegar.
Dijo Frutos:
– ¿Por qué no habéis prendido lumbre como otros años?
A Cati le temblaba un poco la voz:
– Pensé que no hacía frío -levantó sus flacos hombros como disculpándose-. No sé…
– Bendice -dijo Toña.
La voz de Raúl, a la cabecera, tenía un volumen hinchado y creciente, como el retumbo de un trueno:
– Me pesé el jueves y he adelgazado, ya ves. Pásame el vino, Chelo, haz el favor.
Dijo Cati:
– Si queréis, prendo. Todavía estamos a tiempo.
Hubo una negativa general; una ruidosa, alborotada negativa.
– ¿No bendices? -preguntó Toña.
Agregó Frutos:
– Yo, lo único por el ambiente; frío no hace.
Cati humilló ligeramente la cabeza y murmuró:
– Señor, da pan a los que tienen hambre y hambre a los que tienen pan.
Al concluir se santiguó.
Dijo Elvi:
– ¡Qué bendición más original, chica! Ella nunca bendecía así.
Rodrigo miró furtivamente a su izquierda, hacia Cati:
– Se me hace raro no verla aquí, a mi lado, como otros años.
Tomás, Raúl y Frutos hablaban de las ventajas del «Seat 600» para aparcar en las grandes ciudades. Dijo Raúl:
– En carretera fatiga. Es ideal para la ciudad.
Chelo tenía los ojos húmedos cuando dijo:
– ¿Os acordáis del año pasado? Ella lo presentía. Dijo: «Quién sabe si será la última Navidad que pasamos juntos.» ¿No os acordáis?
Hubo un silencio estremecido, quebrado por el repique de los cubiertos contra la loza. Raúl estalló:
– Llevaba veinte años diciendo lo mismo. Alguna vez tenía que ser. Es la vida, ¿no?
Cati carraspeó:
– Esa bendición se la oí un día al padre Martín. Es sobria y bonita. Me gustó.
Tomás levantó la voz:
– A mí, como no me gusta correr, tanto me da un coche grande como uno pequeño.
Elvi fruncía su naricita respingona cada vez que se disponía a hablar. Dijo:
– Raúl tiene pan, pero haría mejor pidiéndole a Dios que no le diese hambre. Si no, yo no sé dónde va a llegar.
Elena pasaba las fuentes alrededor de la mesa. Y cuando Elvi habló, unió su risa espontánea a la de los demás.
– No, gracias, hija; no quiero más -dijo Frutos con un breve gesto de la mano. Rodrigo denegó también. Dijo luego:
– Ella ponía la lombarda de otra manera. No sé exactamente lo que es, pero era una cosa diferente.
Raúl se volvió a Tomás:
– Pero, bueno ¿quieres decirme qué kilómetros haces tú?
Dijo Frutos:
– Con la chimenea apagada no me parece Nochebuena, la verdad.
Toña saltó:
– No es la chimenea.
Cati se inclinó hacia Rodrigo:
– Está rehogada con un poco de ajo, exactamente como ella lo hacía.
Elvi arrugó su naricilla:
– Sigo pensando en esa bendición tuya, tan original, Cati. Creo que no está bien. Para arreglar ese asunto entre los que tienen hambre y los que no tienen hambre, me parece que no es necesario molestar a Dios. Sería más sencillo decirles a los que tienen pan y no tienen hambre, que les den el pan que les sobra a los que tienen hambre y no tienen pan. De esa manera, todos contentos, ¿no os parece?
Tomás se soliviantó un poco:
– Haga los kilómetros que haga. Yo no tengo necesidad de correr y en carretera tanto me da un «Seiscientos» como un «Mercedes»; es lo que tengo que decir.
– A mí no me parece Nochebuena -dijo Frutos después de observar atentamente la habitación-. Aquí falta algo.
Chelo amusgó los ojos y miró hacia Cati:
– Cati, mona -dijo- si te miro así con los ojos medio cerrados, como vas de negro, todavía me parece que está ella -se inclinó hacia Raúl-. Raúl -añadió-, cierra los ojos un poco, así, y mira para Cati. ¿No es verdad que te recuerda a ella?
Cati hizo un esfuerzo para tragar. Toña hizo un esfuerzo para tragar. Raúl hizo un esfuerzo para tragar. Finalmente, entrecerró los ojos y dijo:
– Sí, puede que se le dé un aire.
Rodrigo se dirigió a Frutos, cruzando la conversación:
– No te pongas pelma con el ambiente. No es el ambiente. Es la lombarda; y el besugo también. Este año tienen otro gusto.
Frutos enarcó las cejas.
– Lo que sea no lo sé. Pero a mí no me parece que hoy sea Nochebuena.
Cati descarnaba el alón del pavo nerviosamente, con increíble destreza. Luego se lo llevaba a la boca con el tenedor en porciones minúsculas.
Dijo Raúl:
– Pásame el vino, Chelo, anda.
Chelo le pasó la botella. Inmediatamente se incorporó y, sin decir nada, colocó al Niño en ángulo recto con el largo de la mesa, encarando a Cati. Inquirió:
– ¿Y así?
Dijo Elvi:
– No os molestéis. Es la bendición tan rara de Cati la que lo ha echado todo a perder.
Toña gritó:
– ¡No es la bendición!
– Bueno, no os pongáis así. Lo que hay que hacer es beber un poco -dijo Raúl-. El ambiente va por dentro.
Y repartió vino en los vasos de alrededor.
Frutos se puso en pie y sacó del bolsillo una caja de fósforos:
– Aguarda un momento -dijo-. ¿Tenéis un papel? -se dirigió a la chimenea.
Chelo le dijo a Toña:
– Toña, por favor, cierra un poco los ojos, así, y mira para Cati.
– Déjame -dijo Toña.
Las llamas caracoleaban en el hogar. Frutos se incorporó con una mano en los riñones. Voceó mirando al fuego:
– Esto es otra cosa, ¿no?
Añadió Chelo:
– Yo no sé si es por el luto o que…
Frutos reculaba sin cesar de mirar a la lumbre:
– ¿Qué? ¿Hay ambiente ahora o no hay ambiente?
Hubo un silencio prolongado, Rodrigo lo rompió al fin. Le dijo a Cati:
– ¿Pusiste manzanas en el pavo?
– Sí, claro.
Rodrigo encogió los hombros imperceptiblemente. Frutos apartó su silla y se sentó de nuevo. Continuaba mirando al fuego. Toña le dijo irritada:
– No te molestes más; no es el fuego.
Elvi frunció su naricita:
– Cati -dijo-, si probaras a bendecir de otra manera, a lo mejor…
Se oyó un ronco sollozo. Raúl dejó el vaso de golpe, sobre la mesa.
– ¡Lo que faltaba! -dijo-. ¿Pues no está llorando la boba esta ahora? Cati, mujer, ¿puede saberse qué es lo que te pasa?
La ausencia de la madre que es quien daba ambiente a la Navidad: todos los hermanos presentes en esta historia sienten que esa Nochebuena falta algo, que no es perfecta, que no tiene ambiente de navidad...


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