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PEDRO MARTINEZ: Explicación científica frente a miedos de la población...

Explicación científica frente a miedos de la población

Es verdaderamente lamentable que el Observatorio de Cartuja, de los Jesuitas, estuviese casi paralizado el día de autos. Era uno de los mejores observatorios de España, pero estaba clausurado por ser de una orden religiosa; llevaba en tal estado desde 1932 y no volvería a su actividad normal hasta el 11 de agosto de 1938. Por tanto, sus científicos jesuitas no pudieron describir aquella aurora boreal ni explicar sus causas y consecuencias. En Granada solamente nos quedaron las descripciones orales de nuestros mayores, alguna referencia en diarios y cartas de soldados… y las noticias de prensa publicadas en los diarios Ideal y Patria de los días 26 y 27 de enero.

El día siguiente a la aurora boreal, el diario falangista Patria publicó una breve nota titulada “La roja coloración del cielo boreal”. Indicaba que la coloración se vio hacia el Norte, por las constelaciones de la Osa Mayor y Osa Menor, de color grana y llamó mucho la atención. Como causas del enrojecimiento recogió hipótesis para todos los gustos, desde las meramente científicas hasta otras que la autoridad gubernativa prefirió no mencionar. Ya había demasiados rumores y miedos en las calles.

Había más: estaba escrito en el libro del Apocalipsis e incluso anunciado por el tercer secreto de Fátima. El fin del mundo llegaría anunciado por la aparición de señales en el cielo, en forma de fuego, tal como ocurrió la noche del 25 de enero...

Ideal, por su parte, informaba que el fenómeno había ocurrido en buena parte de España, no solamente en Granada. Incluso el gobernador civil de Ávila publicó una nota diciendo que no había motivo de alarma. ¡Qué habría ocurrido en los pueblos abulenses para que actuara su gobernador!

Pero la inmensa mayoría de la población española continuaba inquieta. Las conjeturas más peregrinas comenzaban a extenderse, todas de mal augurio, y muchas de ellas alentadas por extremistas religiosos. Las tesis más dramáticas coincidían en que era un castigo enviado por Dios por los muchos pecados cometidos en la guerra civil. Había más: estaba escrito en el libro del Apocalipsis e incluso anunciado por el tercer secreto de Fátima. El fin del mundo llegaría anunciado por la aparición de señales en el cielo, en forma de fuego, tal como ocurrió la noche del 25 de enero. Era el principio del fin, de ahí que continuaran rogativas en iglesias de la zona nacional durante varios días. Para más inri, pocas semanas después (12 de marzo) comenzó la II Guerra Mundial con la invasión de Austria por Hitler; los agoreros llevaban razón, se aproximaba el fin del mundo.

En el caso de Granada, el gobernador militar ordenó a los dos periódicos locales que publicasen una explicación científica sobre la aurora boreal. A ver si se calmaban los ánimos. Por lo pronto, se consiguió que cesaran los fusilamientos de rojos durante unos días en las tapias del cementerio. Un “ilustre especialista” –según decía Ideal el 27 de enero, aunque sólo decía que se llamaba Mariano- explicó farragosamente que lo visto en el cielo era un espectáculo provocado por la actividad solar, situado en altitudes de 100 a 450 kilómetros. Eran ondas que provocaban perturbaciones radiofónicas y chispazos en los troles de los tranvías. Lamentaba que no estuviese activo el Observatorio de Cartuja para haberlo fotografiado y explicado. No obstante, el científico Mariano barría para dentro al valorar que podría interpretarse como sangre de “nuestros guerreros invictos”.

Las noticias de agencia empezaron a explicar que la aurora boreal había sido vista en casi toda Europa. Se dieron miedos y casos similares a los de Granada. En Londres todo el mundo llamó a los bomberos avisando de grandes incendios imaginarios, incluso lo hicieron desde el Palacio de Buckinham. En París se hizo de día y la gente salió a las calles. Dos periódicos portugueses publicaron que llegaba fin del mundo. Los nómadas del norte de África corrían despavoridos. Las emisoras de radio no pudieron captarse en Europa. Por lo general, predominaron los tonos rojos, pero también azules y verdosos. Hubo dos momentos de máxima intensidad, el primero hacia las nueve de la noche y el segundo, hacia las doce.

Después se ha sabido que, por aquellos días, las manchas solares presentaron gran actividad. Sus emisiones fueron tan grandes que se registró la que hasta ahora parece ser la aurora boreal más espectacular vista sobre tierras de Andalucía (El Observatorio de Grenoble tiene registrada una similar en 1709). En las noticias de los periódicos granadinos de aquellos días se hace referencia a que años atrás se vieron pequeñas auroras boreales sobre Sierra Nevada (hacia 1870).

El Observatorio Astronómico de San Fernando (situado en zona nacional) informó dos días después que se trató de un fenómeno magnético, que quizás se volvería a repetir en días siguientes y solía darse dos veces por siglo en nuestras latitudes. “En los pueblos –decía la noticia- la gente creía que era poco menos que el fin del mundo, lanzándose en algunos sitios al campo y en otros a iglesias, permaneciendo en constantes rogativas”. La noche del 26 se repitió la aurora boreal, si bien de manera más atenuada. En Andalucía no fue vista debido a la nubosidad. Granada pudo dormir de nuevo.