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PEDRO MARTINEZ: DESCALZA POR LAS CALLES DE GRANADA...

DESCALZA POR LAS CALLES DE GRANADA

Como si rezara al cielo,
por las calles iba descalza,
pisando el suelo,
mirando las torres de la Alhambra
y en silencio.
Y cuando le preguntaron:
- ¿Por qué misterio
caminas de este modo y tan callada?
Ella respondió:
- Fundo mi alma,
mi corazón y cuerpo
con la esencia del alma de Granada.

Bajaba sola. Por la Cuesta del Rey Chico y al dar la cuerva en la calle, la vio. Por donde ya el camino, empedrado y estrecho, se encuentra con la calzada que lleva a la Fuente del Avellano. Él estaba sentado en el pequeño muro del puente del Aljibillo y tomaba el aire. Hacía mucho calor y del río Darro, de vez en cuando, subían pequeñas rachas de aire fresco, con aromas de juncos, sauces y almendros.

Era por la tarde, mediado de agosto y por eso el sol calentaba con fuerza. Tanto que entre las ramas del viejo almez que en el mismo muro del puente crece, las chicharras cantaban sin descanso. Y por el río, unos metros más abajo, ya casi a la altura del Paseo de los Tristes, algunos jóvenes desfrutaban de las claras aguas. Caminaban por la corriente pisando la arena o de piedra en piedra, miraban los remolinos del transparente líquido sentados en la orilla y a la sombra del robusto sauce que ahí crece y charlaban entre ellos mientras esperaban no se sabía qué. Todo esto, justo donde al río se entrega el cristalino arroyuelo que, desde la Alhambra, Torre del Agua y de la Cautiva, desciende paralelo al camino del Rey Chico. Y aquí mismo, donde el arroyuelo se junta con las aguas del río Darro, esta tarde se veían tronchadas las dos ramas más gruesas del viejo sauce que ahí clava sus raíces. Dos días antes, una ráfaga de aire, desgajó una de las gruesas ramas. Cayó atravesada en la corriente del río y ahí quedó. Y la noche antes de verla bajar por la Cuesta del Rey Chico, se rompió la otra rama. Casi por el mismo sitio y quedó tumbada justo donde las aguas del arroyuelo de la Alhambra, se funden con las del río. Aquí mismo se siguen sentando los jóvenes y ahora aprovechan ellos parte de las dos ramas caídas, para tender sus toallas, las camisas o algunas otras prendas.

Y estaba él mirando, sentado en el muro del puente y se preguntaba: “ ¿Qué habrá sido lo que ha pasado para que caigan de esta manera estas dos ramas y en tan poco tiempo?” Nadie respondió a su pregunta y le resultaba aun más chocante ver el mismo panorama con la fantástica figura de la Torre de Comares en todo lo alto de la colina. “Como si estuviera ocurriendo algún fenómeno extraño por aquí y nadie lo supiera. En cuanto se me presente la oportunidad, voy a preguntarles a los vecinos a ver si saben algo”. De nuevo se decía, cuando al mirar para la Cuesta del Rey Chico, la vio. Con sus zapatos en la mano, una pequeña mochila, un pañuelo de seda entrelazado con el pelo y caminando muy despacio para no hacerse daño. Porque esto fue lo que más le llamó la atención: descubrir que caminaba descalza, con mucho cuidado y procurando pisar en las piedras más grandes del empedrado en este camino.

Tal como estaba sentado, esperó a que llegara al puente, con la intención de preguntarle en cuanto se acercara. Pero, comenzaba a cruzar por delante y antes de que él dijera nada y justo a su altura, ella se paró y le preguntó:
- Vengo de la Alhambra y quiero ir al barrio del Albaicín y al Mirador de San Nicolás. ¿Voy bien por aquí?
- Sigue recto, sube la calle que se ve al frente, Cuesta del Chapiz y al final, verás un edificio muy grande. Es la iglesia mayor del albaicín, el Salvador. La construyeron sobre una mezquita y por eso hoy se alza majestuosa. Muy cerca y por detrás de esta iglesia, se encuentra la nueva mezquita y el famoso mirador.
- ¿Y queda lejos?
- Quince minutos, a un paso lento.
- ¿Y el Sacromonte?
- A mitad de esta cuesta, a la derecha, sale un camino que lleva a ese barrio.
- Es que también quiero verlo.
- ¿Y descalza vas a recorrer todas esas calles y caminos?
- Me gusta y más si es por las calles de Granada,
- ¿Qué tienen las calles de Granada para que sean interesante recorrerlas descalza?

Dio unos pasos, soltó sus zapatos en el muro del puente, miró al río y luego dijo:
- Soy de Italia y me llamó Diana. Y entre otras cosas, me gusta de una manera especial, la ciudad de Granada. ¿Y sabes por qué?
- No lo sé.
- Desde pequeña, yo siempre he soñado con un castillo viejo en lo más alto de las montañas. Y lo que más me ha gustado cada vez que con este castillo he soñado, ha sido y es el paisaje que le rodea y los ríos de aguas limpias que a un lado y otro corren. Me he visto muchas veces caminando por estos paisajes, arroyuelos y bosques y siempre lo he hecho descalza.
- ¿Y sabes por qué?
- Cada vez que piso la tierra y experimento su contacto bajo mis pies, me parece que me fundo con ella. Como si de alguna manera mi alma y toda yo entera, se fusionaran conmigo y yo con la tierra y el Universo entero.

Hubo un momento de silencio y luego él volvió a preguntar:
- ¿Y qué tiene de especial caminar descalza por las calles de Granada?
- Para mí tiene de especial que la Alhambra, este río y estas calles, se parecen mucho al sueño que desde pequeña he soñado. Solo dos días voy a estar en esta ciudad y por eso quiero vivirla y sentirla de la manera más especial.
- ¿Para hacer realidad lo que tantas veces dices que has soñado?
- Si tuviera tiempo te contaría con detalle mi sueño pero ahora tengo que irme para aprovechar las horas que aun voy a estar en Granada, la ciudad más bella del mundo, sin dudarlo.

Agradeció ella el rato de conversación y la información que le había dado y poco después subía por la Cuesta del Chapiz, con sus zapatos en la mano y caminando despacio y descalza por el empedrado de la acera. La siguió mirando mientras se alejaba y para sí, otra vez se dijo: “A nadie hace daño con su decisión de caminar descalza por las calles de Granada. Y si es su sueño y de esta manera transciende su ser y eleva su alma al cielo, es hermoso y digno del mayor respeto. Verla alejarse y de la manera que lo hace por las calles de Granada, también es muy bello”.


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