LA SAL DE LA VIDA
El anciano maestro estaba ya cansado de escuchar las constantes quejas de su aprendiz, así que pensó que debía enseñarle algo que le hiciera recapacitar. Una mañana, le pidió que le trajera sal y, cuando regresó, el maestro le dijo que echara un puñado en un vaso de agua y que, a continuación, se la bebiera.
« ¿Cómo sabe ahora el agua?», preguntó el sabio anciano. «Muy salada», respondió el discípulo poniendo cara de asco. Aguantándose la risa, el maestro le indicó que repitiera ... (ver texto completo)
El anciano maestro estaba ya cansado de escuchar las constantes quejas de su aprendiz, así que pensó que debía enseñarle algo que le hiciera recapacitar. Una mañana, le pidió que le trajera sal y, cuando regresó, el maestro le dijo que echara un puñado en un vaso de agua y que, a continuación, se la bebiera.
« ¿Cómo sabe ahora el agua?», preguntó el sabio anciano. «Muy salada», respondió el discípulo poniendo cara de asco. Aguantándose la risa, el maestro le indicó que repitiera ... (ver texto completo)
La vida es como un libro, no te saltes ningún capítulo y sigue adelante, algún día entenderás por qué cada capítulo era necesario.
La verdad es que, a pesar de las dificultades insuperables, todos esperamos que nos suceda algo extraordinario.
Las personas son como ventanas, cada una de ellas te permite observar el mundo desde un ángulo diferente.
Si la civilización material no está primero en el corazón de los hombres, es inútil esperar que exista.
El primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilización.
EL PODER DEL MANTRA
Un ermitaño vivía a la orilla del río y era alimentado todos los días por una lechera. Agradecido, el ermitaño le concedió un mantra a la mujer diciéndole: «Repitiendo este poderoso mantra podrás ir a través del océano de la existencia». Pasó el tiempo y, un día en el que la lechera iba a llevar la leche al hombre, llovió torrencialmente y las aguas del río se desbordaron. Como no podía cruzar el río, la mujer recordó el mantra del eremita y, llena de motivación, manifestó: ... (ver texto completo)
Un ermitaño vivía a la orilla del río y era alimentado todos los días por una lechera. Agradecido, el ermitaño le concedió un mantra a la mujer diciéndole: «Repitiendo este poderoso mantra podrás ir a través del océano de la existencia». Pasó el tiempo y, un día en el que la lechera iba a llevar la leche al hombre, llovió torrencialmente y las aguas del río se desbordaron. Como no podía cruzar el río, la mujer recordó el mantra del eremita y, llena de motivación, manifestó: ... (ver texto completo)
Si quieres que sea un buen día, trabájalo para que lo sea. Sin tu ayuda, no lo será.
El "tal vez" es una de las palabras más bellas del vocabulario, porque abre posibilidades, no certezas, y porque no busca el final, sino que va hacia el infinito.
Si quieres dormir, apaga la luz. Si quieres descansar, apaga el teléfono. Si quieres ser feliz, apaga el cerebro.
LA PRINCESA DE FUEGO
Hubo una vez una princesa rica, bella y sabia como ninguna. Cansada de pretendientes falsos, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero. El palacio de llenó de obsequios de todas clases. Y, entre ellos, descubrió una piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. Se trataba de un joven que le dijo: «Esto es lo más valioso que os puedo entregar. Es mi corazón, duro como una piedra. Solo cuando se llene de amor, será ... (ver texto completo)
Hubo una vez una princesa rica, bella y sabia como ninguna. Cansada de pretendientes falsos, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero. El palacio de llenó de obsequios de todas clases. Y, entre ellos, descubrió una piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. Se trataba de un joven que le dijo: «Esto es lo más valioso que os puedo entregar. Es mi corazón, duro como una piedra. Solo cuando se llene de amor, será ... (ver texto completo)
A todo el mundo le encanta la sinceridad, hasta que conocen a alguien que la practica.
Conviene reír sin esperar a ser dichoso, no sea que nos sorprenda la muerte sin haber reído.