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PEDRO MARTINEZ (Granada)

El Mencal menos conocido
Foto enviada por sensi

la poesía no es de quien la escribe, si no de quien la siente. Y para poder entender lo que trataron de decir... hay que sentir mucho.
Buenas noches Sensi, hasta mañana, un abrazo.
la poesía no es de quien la escribe, si no de quien la siente. Y para poder entender lo que trataron de decir... hay que sentir mucho.
No te pases la vida buscando frenéticamente algo para luego darte cuenta que las cosas más bonitas, suceden solas... Deja que la vida fluya.
Experimentando con ranas

Corría el año 1780. El físico italiano Luigi Galvani estaba diseccionando una rana para uno de sus experimentos. No era la primera vez que lo hacía, pero ese día pasó algo muy curioso.

-Vaya, parece que te resistes, amiguita -dijo Luigi Galvani-. Voy a colgarte de este gancho mientras uso este bisturí que tengo aquí, a ver si consigo ver lo que… ¡Santo cielo! ¡Qué pasa aquí! ¿Desde cuándo las ranas muertas pueden mover las patas?

Luigi Galvani se llevó un susto tremendo. ... (ver texto completo)
Mañana será tarde para lamentar la realidad. Es mejor vivirla.
La victoria más grande es poder ser uno mismo, sin preocuparse del juicio de los demás, capaces de decir: no seré el mejor, pero me siento único.
Y basta con mirar el cielo en una clara noche estrellada para entender lo infinitamente pequeños que somos.
El arquero’, una leyenda china sobre el origen del sol

Cuenta una leyenda oriental que hace miles y miles de años, no había un sol, sino ¡10 soles! que alumbraban la Tierra. Los diez soles se turnaban, de modo que cada día, era uno de los soles quien alumbraba el planeta. Pero los soles, tenían ciertos celos unos de los otros, y un día decidieron salir todos a la vez.

Desde aquel día, el calor comenzó a ser insoportable, y la luz, cegadora. Las cosechas se echaron a perder, la tierra comenzó a secarse. Los bosques se abrasaron, los animales comenzaron a morir de sed y los hombres tuvieron que buscar refugio en las cuevas de las montañas.

Todos estaban realmente desesperados. Pensaban que de seguir así, no aguantarían mucho tiempo y terminarían muriendo de calor, de hambre y de sed. Así que solo les quedaba pedir ayuda a los dioses.

En China, vivía un arquero muy habilidoso, llamado Yi. Tenía tan buena puntería, que era capaz de acertar con sus flechas al pájaro más veloz en movimiento. El padre de los dioses pensó precisamente en él, y acudió a su casa a buscarlo.

– Yi- Le dijo el padre de los dioses- Tengo un trabajo para ti, y sé que eres el único que puede lograrlo.

– Haré lo que me digas, oh, Dios de los dioses.

– Las personas están sufriendo, se mueren de sed. Ya apenas quedan cosechas útiles y animales vivos. La única forma de volver a la normalidad es actuar contra los 10 rebeldes que me han desobedecido.

– ¡Cuenta conmigo! Pero, ¿qué puedo hacer?

– Toma este arco rojo y estas diez flechas blancas- le dijo el gran Dios- Debes acertar con las flechas y darle a cada uno de los soles. Están muy lejos, pero confío en ti y sé que puedes hacerlo.

– ¡Lo haré! – prometió el arquero.

Así que el joven arquero subió hasta la cima de la montaña más alta de China. El panorama desde allí era realmente terrible: los campos y bosques ardían, presos de las llamas, por culpa de los 10 soles que alumbraban sin piedad el planeta. El suelo estaba agrietado y no podía acertar a ver ningún animal vivo.

El arquero respiró hondo. Tomó la primera flecha, la colocó en el arco y apuntó al primero de los soles. No podía fallar, y se concentró todo lo que pudo. Disparó con precisión ¡y acertó! El primero de los soles se apagó y cayó sobre la Tierra.

Lo mismo pasó con el segundo, el tercero, el cuarto… y así sucesivamente con cada uno de los rebeldes astros. Con el ruido de los soles al caer, las personas comenzaron a salir de las cuevas. Además, la temperatura empezó a descender. Todos aplaudieron al joven arquero, presos de júbilo.

Yi había acabado ya con nueve soles y solo quedaba uno. Cogió su última flecha, la colocó en el arco y justo cuando iba a disparar, una mujer gritó y le desconcentró. Y erró el tiro y protestó:

– ¿Por qué has hecho eso, anciana loca?- gritó enfadado.

– No puedes destruir todos los soles. Necesitamos al menos uno para vivir– se excusó ella.

– Tienes razón- asintió él- El triunfo sabe muy bien y me cegué. Solo necesitaba diez flechas y el Gran Dios me puso a prueba.

Desde entonces, sobre la Tierra solo podemos ver un sol, el astro rey, el único al que los hombres decidieron perdonar porque sabían que le necesitarían para vivir. ... (ver texto completo)
Para vivir en paz con nosotros mismos, hay que conocer los límites de nuestras posibilidades, y querernos como somos.
Buenos días foreros-as... ¡Feliz Domingo!


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