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LIMONES: En todos estos cortijos situados en la ribera del río...

En todos estos cortijos situados en la ribera del río Velillos en otros tiempos no muy lejanos fluía la vida con tanta intensidad, que eran como un pequeño y disperso pueblo en plena naturaleza. Sus veredas y caminos eran un hervidero de campesinos, pastores y caminantes a lomos de mulos y borricos. Las puertas de las casas eran un griterío de niños y sonidos de animales, que creaban un ambiente de vida y libertad hoy inexistente. Ahí en esas casas que forman el Llano de La Cruz hubo hasta una Escuela, unitaria, donde algunos niños hicimos nuestros primeros cursos de primaria. También se impartían misas cada domingo. Fue construida esa parroquia-escuela con el esfuerzo de todos los hombres del lugar. Es de mencionar la huella que dejó un cura, singular donde los haya, Antonio Quitián. Dirigió la parroquia de Limones-Tozar durante más de una década, entre finales de los años 50 y hasta casi finales de los 60. Este sacerdote, muy influido por las corrientes avanzadas de la Iglesia en ese momento (Concilio Vaticano II), fue un hombre ejemplar, inquieto, con gran sensibilidad social, callado pero muy activo organizando a los fieles y que años después, en su nuevo destino en el Barrio de la Virgencica en Granada alcanzara gran notoriedad por sus lucha a favor de los desfavorecidos, ocasionándole no pocos problemas con el régimen político. Aún hoy sigue batallando, silente pero siempre inconformista y trabajador, en las barriadas o pueblos más necesitados, fiel a su compromiso y su verdadera fe cristiana. Como se ve la vida en estos cortijos es hoy muy diferente, las máquinas se fueron imponiendo en la forma de cultivar y recoger, eliminándose poco a poco esas numerosas cuadrillas de jornaleros que era frecuente ver en la época de verano sobre todo. El paisaje también está sufriendo esa transformación por la voracidad del campesino actual, que ya no es tan profesional como eran nuestros padres, y solo piensa en aumentar a toda costa la productividad y las consiguientes subvenciones, llevandose para adelante encinas, quejigos, fuentes y veredas que siempre fueron respetadas y protegidas por esa ley no escrita, pero que siempre enarbolaron los hombres sabios del campo. Un tiempo y un lugar, que quedará en la memoria de tantos hombres y mujeres, que vivieron y que dejaron su piel, su corazón y su vida en ese trocito de tierras hoy aquí recordadas.